Anablue MODERADORA GLOBAL
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| Tema: TRATAMIENTO ORTOMOLECULAR DEL SINDROMEFIBROMIALGICO Y DEL SINDROME DE FATIGA CRONICA-ESTRATEGIAS NUTRICIONALES-6-PARTE- Jue Abr 10, 2008 4:23 am | |
| IV.5 Síndrome de intestino irritable y modificaciones dietéticas. Una alimentación variada y que aporte los nutrientes de una forma equilibrada es un requisito indispensable para que el intestino funcione de forma óptima. Quienes tienen el síndrome del colon irritable padecen un conjunto de síntomas que incluye gases, edema, dolores abdominales y cambios de los hábitos intestinales (pasar del estreñimiento a la diarrea y viceversa). Estos síntomas pueden darse con intermitencia y moderación, o ser tan agudos que dominen la vida diaria del individuo. Una vez estudiados los síntomas exhaustivamente, y después de haber descartado una dolencia grave del intestino, se diagnostica un «síndrome del colon irritable». Se calcula que entre un 40% y un 70% de los pacientes de FM están afectados por este síndrome. La siguiente es una lista de agentes que irritan el intestino, algunos son ineludibles, mientras que otros son relativamente fáciles de evitar. Si además se sufre de una falta de nutrientes, se multiplican las posibilidades de contraer la enfermedad. Fármacos: antibióticos, antiinflamatorios, laxantes, corticoesteroides, anticonceptivos y otras hormonas, digoxina. Irritantes: alcohol y cafeína. Organismos: Parásitos (Dientamoeba fragilis, Blastocytis hominis, Giardia lamblia); Hongos ( Cryptosporidium); Bacterias ( Helicobacter pylori, Klebsiella, Citrobacter). Aditivos de la comida: colorantes, conservantes, grasas peroxidadas. Deficiencias enzimáticas: celiaca, deficiencia de lactasa. Hidratos de carbono refinados: dulces y chocolates, repostería, refrescos, pan blanco. Toxinas naturales: mohos, hongos, bacterias, toxinas en el pescado y en la miel. Quizá los hidratos de carbono refinados, el azúcar, por ejemplo, sean algunas de las sustancias de las que menos podría esperarse que causasen molestias intestinales. Si hay un exceso de azúcar en el intestino, donde se procede a su degradación, quizá fermente, y no sólo se producirá etanol, el alcohol normal de las bebidas alcohólicas, sino otros alcoholes como propanol y butanol, más tóxicos. Los mecanismos que producen la intolerancia a la comida son comunes a todos los organismos, pero la respuesta puede ser muy diferente para cada uno. La intolerancia alimentaria es la causa de muchos trastornos intestinales, incluso cuando se comen cosas a las que se está acostumbrado. A veces, inconscientemente, es posible que se esté sobrecargando el organismo con una determinada toxina común y sufriendo las consecuencias. Al analizar la respuesta del organismo quizá se culpe a un ingrediente de lo que se acaba de ingerir y la persona crea de ahí en adelante que es alérgica a ese alimento y no deba tomarlo más. Pero probablemente sólo ha sufrido una débil intoxicación por culpa de alguna toxina natural o de una sustancia no nutriente de la comida. También es posible que los síntomas no se asocien con ningún alimento en concreto, y que se busquen causas psicológicas cuando el origen del problema está en los alimentos ingeridos. La cronología de reacciones alérgicas a alimentos no es siempre igual, y varía dependiendo del mecanismo implicado en la reacción inmune causante de la reacción. Puede ser una reacción inmediata, diferida (que puede darse hasta 48 horas después), o tardía (aparece varios días después de la ingestión del alimento). Un tratamiento ortomolecular encaminado a reponer los nutrientes deficitarios en el organismo no será efectivo si no tiene la precaución de observar posibles daños en el intestino causados por alergias o intolerancias a alimentos. Los nutrientes aportados en forma desuplementos serán pobremente absorbidos por un intestino en malas condiciones. Se da la paradoja de que algunos fármacos que se prescriben para el dolor, como los antiinflamatorios no esteroideos, pueden aumentar la permeabilidad intestinal. La glutamina es un factor (aminoácido) extremadamente importante para la salud intestinal: es el combustible primario del intestino y ayuda a reparar la mucosa intestinal dañada. Solamente manteniendo una buena salud intestinal se puede reparar el cuerpo con otros nutrientes. Un estudio de 1993 publicado en Lancet, una de las revistas inglesas de medicina más importantes, mostraba que de 20 pacientes que recibieron nutrientes por vía intravenosa, sólo los 10 que fueron tratados con glutamina preservaron las células de la mucosa intestinal. El daño a la mucosa intestinal es un problema común que se asocia con la vía de administración intravenosa. La glutamina impidió que las bacterias infecciosas que viven en los intestinos se desplazasen hacia el torrente sanguíneo a través de las paredes intestinales. Aunque sintetizada y principalmente liberada por el músculo esquelético, todo órgano contiene glutamina y es capaz de liberarlo: es el aminoácido más abundante del cuerpo. Un estudio de Journal of Parenteral Enteral Nutrition, revista dedicada a investigar el papel que juega la nutrición en la salud, descubrió que las concentraciones de este aminoácido disminuyen cuando el cuerpo está combatiendo una enfermedad. La glutamina, pues, es a veces extremadamente esencial: se necesitan cantidades adicionales de ella durante infecciones estresantes, traumas, inflamación, alergias alimentarias o enfermedades crónicas. La dieta estadounidense típica, por ejemplo, ofrece de 3,5 a 7 gramos de glutamina por día, pero bajo esas condiciones pueden ser necesarios de 1 a 3 gramos adicionales de glutamina al día. Se trata de un gran aumento, pero la glutamina no es tóxica, ni siquiera en grandes cantidades: es rápidamente metabolizada. Por otra parte, elevar el umbral del dolor ha de ser parte importante de una estrategia nutricional destinada a pacientes de FM y SFC. La salud del cerebro como órgano físico puede ser aumentada con farmacología, con ejercicio físico y mental, disminuyendo el estrés (con meditación o yoga, por ejemplo) y con terapia nutricional. Existen una serie de estrategias nutricionales, basadas en las propiedades intrínsecas de los alimentos, que pueden ser útiles en el tratamiento del dolor crónico. 1. Ciertos nutrientes favorecen la producción de serotonina, neurotransmisor inhibidor del dolor. 2. Ciertas pautas dietéticas para evitar comer en exceso, o menos de lo necesario, y evitar la ingestión de alimentos que provoquen alergias o intolerancias alimentarias, así como aquellos que puedan desestabilizar el equilibrio hormonal. 3. Ciertos nutrientes tienen una potente acción antiinflamatoria, mientras que otros pueden agravar la inflamación. 4. Ciertos nutrientes mejoran la salud del cerebro y del sistema nervioso, ayudando a elevar el umbral del dolor. La nutrición de un paciente con FM debe contener verduras, frutas y pescado fresco en abundancia (si no existe hipersensibilidad, y sin sobrepasar las cantidades diarias de mercurio ingerido, recomendadas como seguras). Otras fuentes de proteínas pueden ser las legumbres, los huevos, si no existe hipersensibilidad, y los derivados de soja (hay que observar especial cuidado con la soja en varones con permeabilidad intestinal, por la cantidad de estrógenos naturales contenidos en este alimento). La recuperación de la flora intestinal se puede conseguir usando pre- y probióticos a la vez (Dr. van Dam 1999). Los prebióticos preparan elintestino y favorecen la colonización de una flora intestinal sana; son, por ejemplo, alimentos fermentados como choucrout, zanahorias o yogur de cabra. Los probióticos son suplementos nutritivos que contienen colonias de bacterias intestinales beneficiosas para la flora intestinal. Aunque la lactosa de la leche en el yogur se convierte en ácido láctico, esta sustancia puede ser también fuente de problemas para algunos pacientes por requerir los ácidos de minerales alcalinizantes para su tamponamiento, cuando las reservas de dichos minerales, como el magnesio, se hallan bajo mínimos. Algunos expertos recomiendan el uso de suplementos de sales alcalinas. Los procesos inflamatorios, y sobre todo dolorosos, dependen de una serie de sustancias como las prostaglandinas, en especial la PGE2, y los leucotrienos, que nuestro organismo sintetiza a partir del ácido araquidónico. Este ácido procede sobre todo de las grasas saturadas de origen animal, tan abundantes en nuestra dieta. Por esta razón, es preciso limitar el consumo de mantequilla, nata, leche y lácteos, quesos, embutidos y carnes rojas. Es aconsejable disminuir el consumo de grasas animales y aumentar el consumo de grasas vegetales y aceites de pescado. El cerebro, igual que el corazón, se beneficia de una dieta pobre en grasas, equilibrada y rica en nutrientes. Cada neurona se compone de un 60% de grasa.; los radicales libres de la grasa alimentaria aceleran la oxidación, dañando el tejido graso de las neuronas. La grasa, además, obstaculiza la irrigación sanguínea: la sangre es la que aporta el oxígeno y los nutrientes al cerebro, y elimina toxinas y células muertas. En líneas generales, se pueden aconsejar ciertas pautas que se resumen a continuación: Desde un punto de vista cuantitativo, es preciso luchar contra el sobrepeso evitando las comidas abundantes, las bebidas azucaradas y el picar entre horas. Desde un punto de vista cualitativo, es aconsejable respetar ciertas normas concernientes a la elección de los alimentos. Es conveniente disminuir el consumo de grasas animales, limitando el consumo de mantequilla, nata, leche y lácteos, queso, embutidos y carnes rojas; aumentar el consumo de vegetales y aceites de pescado (el pescado aporta ácido eicosapentaenoico, precursor de las prostaglandinas PGE1), y suprimir en la medida de lo posible el consumo de cafeína (el té contiene menor cantidad de cafeína que el café). También puede ser aconsejable no consumir proteínas de origen animal durante la cena, consistiendo ésta exclusivamente en verduras, hortalizas, arroz, pasta y cereales (siempre que no sean refinados, sino integrales) y fruta cocida (sin azúcar refinado añadido: el azúcar se puede sustituir por fructosa, azúcar integral de caña o miel pura). IV.6 Candidiasis La candidiasis crónica se ha observado en el 90 por ciento de los casos de Síndrome de Fatiga Crónica (Jessop, 1990). Todos los pacientes habían sido tratados previamente con antibióticos por diferentes infecciones recidivantes (sinusitis, acné, prostatitis, cistitis y bronquitis crónica). En las mujeres, un 70 por ciento de las mismas había tomado la píldora anticonceptiva durante tres o más años, y un 63 por ciento presentaba una importante dependencia alimentaria del azúcar. La candidasis crónica es una afección con frecuencia yatrógena, consecuencia del desequilibrio entre los hongos (principalmente Cándida Albicans) y la flora bacteriana normal (principalmente la flora acidófila) a nivel del tubo digestivo. Candida Albicans se desarrolla de manera abundante y provoca en primer lugar alteraciones digestivas; a continuación esta forma de levadura se transforma en una forma agresiva denominada micelar, que perfora la membrana intestinal, lo que permite la migración de toxinas intestinales hasta la linfa y la sangre. Los pacientes tienen mayores posibilidades de alergias múltiples y de síntomas generales variables, de los que muchos son comunes con el síndrome de fatiga crónica (Besson, 1991). El tratamiento de la candidiasis incluye una dieta específica, en la que se restringe el consumo de fruta y azúcares, entre otros alimentos, así como suplementos nutricionales y antifúngicos. | |
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