Anablue MODERADORA GLOBAL
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| Tema: TRATAMIENTO ORTOMOLECULAR DEL SINDROMEFIBROMIALGICO Y DEL SINDROME DE FATIGA CRONICA-ESTRATEGIAS NUTRICIONALES-4-PARTE- Jue Abr 10, 2008 4:14 am | |
| IV. MODIFICACIONES DIETÉTICAS. ALERGIAS E INTOLERANCIAS A ALIMENTOS IV.1 Introducción. Gracias a nuestra dotación genética, los seres humanos hemos podido adaptarnos a casi todos los entornos del planeta, bajo los climas más extremos. El ser humano se ha criado, sobrevivido y prosperado en entornos muy variados en base a esa capacidad de adaptación. La posibilidad de utilizar para su nutrición las fuentes de alimentación de ambientes dispares entre sí, fue un elemento básico en esa adaptación: la supervivencia humana en regiones muy diferentes del planeta dependió de la asimilación de una amplia variedad de alimentos. La alergia a un alimento determinado sería, por tanto, un desastre biológico y condenaría a morir a los que la padeciesen, antes de que les diera tiempo a crecer y reproducirse; y en consecuencia ese defecto de su dotación genética probablemente no pasaría a la generación siguiente. Por eso es poco corriente la reacción aberrante o peculiar a la comida que llamamos alergia. Tras todas las alergias hay una predisposición genética, mas la exposición a un alérgeno, por lo general una sustancia muy común en un entorno determinado. Cuanto más común sea el alérgeno, más probable será que haya en la población general alguien que, a causa de su dotación genética, responda mal a su presencia. Así, hay más probabilidades de que la leche de vaca y otros alimentos corrientes, como el trigo, causen alergias y no otros alimentos más raros. Alrededor del 90 por 100 de las alergias alimentarias están causadas por las proteínas de ciertos alimentos, sobre todo de la leche, los huevos, el pescado, el cangrejo, las gambas, la langosta, los frutos secos, la soja y el trigo. En algunos casos se han identificado proteínas concretas de la comida como causantes de la alergia alimentaria, por ejemplo las lactoglobulinas de la leche, la ovomucoide y las apovitelinas de los huevos, y la tropomiosina de las gambas. En el Congreso de Bruselas sobre Síndrome de Fatiga Crónica, en 1999, los Drs. Klimas y Brostoff expusieron que el trigo y otros cereales, los productos lácteos y la levadura pueden ser causantes de algunos casos de fatiga crónica. El tratamiento a través de la eliminación de éstos podría conducir a un completo restablecimiento de la salud. En Estados Unidos mueren al año entre cien y doscientas personas por alergia alimentaria, lo que es inferior a uno de cada diez mil alérgicos. En cambio, las reacciones de intolerancias a alimentos son mucho más comunes: muchas personas no toleran algún alimento. El término "alergia alimentaria" se utiliza para aquellas reacciones adversas a alimentos cuya patogenia sea inmunológica, utilizándose por el contrario la expresión "intolerancia a alimentos" para aquellas otras reacciones adversas, en donde no se ven involucrados mecanismos inmunológicos. La incidencia de alergias alimentarias mediada por IgE oscila entre el 0,1-7% de la población. Para Hoffer, “padre” de la Medicina Ortomolecular, la necesidad de adaptarse a un nuevo sistema de abastecimiento de comida es uno de los mayores cambios evolutivos que se han producido. En el transcurso de la evolución ha existido siempre una pugna entre los seres vivos y su entorno: la vida en la Tierra no podría existir si las criaturas que la pueblan no estuvieran adaptándose constantemente a los cambios de su medio ambiente. La mayoría de las veces dichos cambios ocurren lentamente y se prolongan a lo largo de miles de años. Los seres humanos conservamos todavía la fisiología alimentaria de los últimos 50.000 años: la Humanidad no se ha adaptado todavía por completo a ciertos cambios que se iniciaron hace 10.000 años, cuando se descubrió la agricultura y, por primera vez, se cultivó la tierra y se criaron los primeros rebaños. Sin embargo, en los últimos 100 años el tipo de alimentos que ingerimos ha sufrido una modificación considerable. El hombre, que se había ido adaptando a unos alimentos vivos, frescos, completos, no tóxicos, endógenos, variados, escasos, con condimentos naturales y simples, se encuentra con que los alimentos que componen la “dieta de alta tecnología” que se ha desarrollado durante los últimos 100 años son poco frescos, artificiales, exógenos, monótonos, excesivamente abundantes y con condimentos artificiales. Las técnicas actuales de almacenamiento y los aditivos químicos que se les añaden convierten esos alimentos en “muertos” y potencialmente tóxicos. Por ejemplo; a principios del siglo XX, la dieta media del americano le aportaba 1.200 miligramos de magnesio al día. Sin embargo, la dosis diaria recomendada hoy por la Organización Mundial de la Salud es tan solo de unos 400 miligramos. Se calcula que el 55 por ciento de los adultos consume un 75%, o menos, de esa dosis diaria recomendada; mientras que el 30 por ciento de la población no llega ni siquiera a consumir la mitad de la cantidad diaria recomendada. La deficiencia de magnesio se relaciona con gran número de enfermedades físicas y psíquicas. Gran parte de la culpa de esta deficiencia de magnesio así como de otros minerales y vitaminas la tienen los cultivos modernos y el procesamiento de los alimentos, en el transcurso del cual se les priva de nutrientes básicos y se les añaden productos químicos. La sinergia con la que actúan los nutrientes en el organismo humano se ha comparado a una orquesta: la carencia de uno de esos nutrientes esenciales se equipara a la falta de armonía que produce un violín con una cuerda rota. Para Hoffer, la comida basura incluye, entre otros, productos como el pan blanco, las patatas fritas en bolsa, la nata y la crema, cuando no son derivados lácteos sino que han sido fabricadas químicamente, y todos los alimentos que llevan azúcar añadido. La malnutrición, resultado del consumo excesivo de alimentos transformados, fundamentalmente hidratos de carbono refinados, es para este experto la causa primordial de un amplio grupo de neurosis y enfermedades físicas. Los especialistas en nutrición ortomolecular han encontrado relación directa entre nutrición y síndrome de fibromialgia y de fatiga crónica. Lejos de los tratamientos puramente sintomáticos, la medicina ortomolecular puede perfilarse como una verdadera solución a estos síndromes. IV.2 Mecanismos de la alergia alimentaria. Los alimentos que causan alergia son bastante comunes y los agentes responsables son moléculas grandes que son inequívocamente identificables. La reacción es a menudo muy rápida, y puede ser local o generalizada. La reacción local provocará el edema de los puntos donde el alimento haya entrado en contacto (en los labios, la lengua, la boca y la garganta), cuadro que se denomina edema angioneurótico. Puede haber a continuación reacciones generales: vómitos, diarreas bruscas, goteo de la nariz y respiración jadeante y, en casos extremos, fallan la circulación y la respiración, y el enfermo puede llegar a morir.Los cambios inmunológicos asociados a la alergia son complejos y muchos de los mecanismos no se han investigado aún ni se conocen por completo. No obstante, sí se conoce el mecanismo más simple: la hipersensibilidad inmediata de tipo 1. Se pueden detectar los anticuerpos, y el organismo produce una variedad de ellos, clasificados como A, E, G y M. La inmunoglobulina E (IgE) es una proteína anticuerpo presente sólo en alguna cantidad en las personas alérgicas. Los otros anticuerpos inmunoglobulínicos, IgG, IgM y IgA, son protectores y están presentes en todas las personas. En pacientes de fibrositis (fibromialgia) se identificaron cambios en los niveles de IgG en sangre (Caro, 1986). Cada IgE es completamente específico de un alérgeno concreto, si bien algunos alérgenos producen el mismo IgE, como la fruta, los frutos secos y el látex. El IgE se combina con el alimento (el alérgeno) y ambos reaccionan con las células sensibilizadas, las destruyen y liberan histamina libre y muchos otros componentes que producen los efectos agudos. Además de alergias e intolerancias alimentarias, se han detectado también sensibilidades a ciertos metales en enfermos de SFC. Mediante un test de estimulación de linfocitos, se determinó la frecuencia con que estos pacientes presentan sensibilidad a los metales dentales y el níquel, y se encontró que la hipersensibilidad a los metales dentales y el níquel es frecuente en pacientes con SFC. Se encontró que un significativo número de pacientes tenía linfocitos con alto contenido de metal en sangre. Los resultados mostraron que el níquel es el más común sensibilizador seguido del mercurio, cadmio (semejante al estaño), oro y paladio (parecido al platino). La hipersensibilidad a los metales dentales es, pues, frecuente en los pacientes de SFC. Una inflamación continua, inducida por el metal, puede manifestarse en la cavidad bucal y/o en cualquier otro lugar con sedimento de metal. La remoción de las restauraciones metálicas, regula la sensibilidad de los linfocitos y puede mejorar la salud de los pacientes. (Regland, Stejskal, 1999). También se ha establecido un nexo entre SFC y el conocido como Síndrome de la Guerra del Golfo, en la que los soldados, muchos de los cuales posteriormente enfermaron con síntomas similares al SFC, estuvieron expuestos a un gran número de vacunas y toxinas ambientales. La intoxicación de mercurio puede deberse no sólo a los metales dentales, sino a otras causas obvias como exposición por razones laborales, o el mercurio contenido en el pescado. En todas las partes del planeta, los peces están acumulando mercurio en los tejidos, a menudo como resultado del mercurio transportado por el aire, que se abre camino hasta los ríos y los mares. El mercurio es altamente tóxico en todas sus formas. Los pescadores saben que los peces viejos acumulan mercurio en sus tejidos. En el pescado, el mercurio se manifiesta en forma de metilmercurio, del cual se sabe que daña las neuronas en desarrollo. En dosis elevadas, las lesiones observadas en humanos y en animales son graves. La organización estadounidense encargada de controlar los alimentos y los fármacos (la FDA) y la Agencia de Protección Medioambiental (EPA) han aconsejado que las mujeres en edad fértil y los niños pequeños no coman pez espada, pez sierra, blanquillo camello ni tiburón, porque acumulan niveles relativamente elevados de mercurio. Para este grupo de mujeres y niños, más sensible a los efectos perniciosos del mercurio, la cantidad de pescado ingerido semanalmente no debe sobrepasar los 350 gramos según la FDA, y los 150 gramos los adultos y 60 gramos los niños, según la EPA. La Organización Mundial de la Salud considera el nivel de consumo seguro 1,5 microgramos diarios de mercurio por kilogramo corporal, mientras que la EPA establece la exposición considerada como segura en 0,1 microgramo por kilogramo de peso corporal. | |
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