Anablue MODERADORA GLOBAL
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| Tema: TRATAMIENTO ORTOMOLECULAR DEL SINDROMEFIBROMIALGICO Y DEL SINDROME DE FATIGA CRONICA-ESTRATEGIAS NUTRICIONALES-5-PARTE- Jue Abr 10, 2008 4:18 am | |
| IV.3 Intolerancias alimentarias. De acuerdo con el Comité de Alergia a Alimentos de la Academia Europea de Alergia (EAACI) las reacciones adversas a alimentos pueden clasificarse en Tóxicas (por ejemplo, una intoxicación por setas) y No tóxicas: dentro de estas, a su vez, habría dos tipos de reacciones: 1. Reacciones de intolerancia: aunque están causadas por ciertos alimentos, no son reacciones alérgicas auténticas: Farmacológicas: Por ejemplo, algunos alimentos (quesos muy curados, chocolate, etc.) pueden contener elevadas cantidades de sustancias, como aminas biogénicas (Histamina, Tiramina, etc.) que pueden producir algunas reacciones (por ejemplo cefaleas), las cuales no son reacciones alérgicas en sentido estricto. Enzimáticas: Algunas personas tienen déficits de ciertas sustancias digestivas necesarias para digerir algunos alimentos. El caso más conocido es la deficiencia de lactasa, la enzima necesaria para digerir la lactosa de la leche; las personas con deficiencia de lactasa tienen diarreas y otros síntomas cuando toman leche o derivados lácteos. Tampoco esto es una reacción propiamente alérgica. Irritantes: Por ejemplo, las reacciones que se producen cuando se ingieren comidas muy fuertes, muy especiadas o picantes. En este grupo habría que incluir los azúcares y harinas refinadas. Otras: Por ejemplo las reacciones de aversión: niños que le han tomado asco a un alimento en particular, y que no sólo su ingestión, sino incluso su mera visión les induce náuseas o vómitos. 2. Reacciones propiamente alérgicas: Son aquellas reacciones ocasionadas por una respuesta inmunológica. A su vez, estas pueden ser: Mediadas por IgE, es decir, aquellas en las que el anticuerpo responsable de la reacción inmunológica frente al alimento es la Inmunoglobulina E. No mediadas por IgE: aquellas en las que la respuesta inmunológica tiene un mecanismo diferente. Dado que entre los pacientes de SFC y FM se suelen dar las reacciones adversas a alimentos, la alimentación óptima para estos pacientes debe estar libre o ser pobre en alérgenos, hasta que la hipersensibilidad a estos nutrientes haya desaparecido (Rowe, 1959; Edwards, 1998). Los pacientes con FM sufren, sobre todo, una hipersensibilidad a alimentos del grupo de las solanáceas (patatas, berenjenas, tomates, pimientos) (Childers, 1993); alimentos ricos en aminas, como cerdo, chocolate, cítricos etc. (Werbach, 1999); y azucares refinados (Adler, 1999). Estos pacientes experimentan mejoría en cuanto a la depresión, los dolores, y los trastornos gastrointestinales cuando retiran estos alimentos de su nutrición habitual. A modo de resumen, se puede concluir que el organismo puede reaccionar a la comida como si fuese una toxina por varias razones: (1) un componente de la comida ha desbordado la capacidad de actuación de los mecanismos destoxificadores del cuerpo; (2) hemos estimulado demasiado los receptores del organismo con aminas biogénicas existentes de forma natural (histamina, tiramina, etc.);(3) los microorganismos han degradado los componentes esenciales de la comida y los han convertido en toxinas; o (4) la pared del intestino está dañada y deja pasar elementos tóxicos. IV.4 Permeabilidad intestinal La función del intestino es convertir la comida en moléculas simples que las células puedan absorber, pero además debe dejar fuera las sustancias indeseables, para las cuales debe ejercer de barrera casi impenetrable. Por lo tanto, ha de dejar que los nutrientes atraviesen la pared intestinal y, al mismo tiempo, neutralizar o limitar la cantidad de toxinas naturales, de sustancias xenobióticas, que penetran en él; y debe excluir por completo los microorganismos. El intestino efectúa estas tareas con mucha eficacia cuando el organismo está en buenas condiciones, pero tras una operación, un traumatismo, enfermedad, o desnutrición, puede atrofiarse con relativa rapidez. Si cesa la ingestión de alimentos, esa atrofia será perceptible en tan sólo una semana. Incluso aunque se padezca sólo una enfermedad leve, el intestino funcionará mal y las consecuencias serán pérdida del apetito, náuseas, malestar, y cambios en los hábitos intestinales (diarrea/estreñimiento). El intestino está recubierto por una mucosa viscosa sintetizada por unas células especiales, las células secretoras de mucosa (células goblet) que contienen anticuerpos locales IgA e IgM, los cuales protegen de los virus, las bacterias y las toxinas. Hay además enzimas y sustancias químicas con funciones parecidas. Las células secretoras de mucosa son de las primeras a las que afecta la enfermedad, que hace menguar esa parte importante del sistema de la barrera intestinal. Las moléculas simples de la comida se absorben con facilidad en la parte superior del intestino. La fragmentación de moléculas más complejas en unidades que puedan usarse mejor requiere la intervención de una serie de enzimas, y las más complejas necesitan las de las bacterias residentes en el intestino grueso, que actúan sobre proteínas y fibras complejas y producen ácidos grasos de cadena corta, así como ciertos aminoácidos que proporcionan energía localmente al intestino. Las bacterias del intestino son de gran importancia: al digerir los hidratos de carbono y los azúcares de cadena larga aportan hasta el 25 por 100 de la energía que necesitamos. Ésa es una de las razones por las que debería desaconsejarse el uso inapropiado de los antibióticos: no sólo matan las bacterias causantes de enfermedades, sino también a estas otras que proporcionan la energía. Las bacterias son muy beneficiosas en el intestino, pero si cruzan la pared intestinal causarán una enfermedad grave. Bengmark y sus colaboradores han sugerido que se den dietas especiales a los que sufren daños intestinales en las que abunden la avena, rica en lípidos de membrana, y fibras solubles en agua que sean también fermentables, además de aminoácidos beneficiosos. Estos alimentos no estimulan la multiplicación de las bacterias intestinales y reducen así la posibilidad de que invadan el organismo y hagan que enfermemos. Cuando la pared intestinal está dañada descienden los niveles de todas las enzimas que fragmentan los hidratos de carbono en azúcares más simples, pero la lactasa, la enzima que digiere la lactosa, es la que más disminuye. La acumulación resultante de material no digerido impide que el agua sea absorbida por el intestino y fomenta la proliferación de microorganismos. Estos producen ácidos láctico y acético, que irritan la pared intestinal. Prácticamente en cualquier lesión, sea del tipo que sea, se rompe la membrana celular, entra elsodio, sale el potasio, se produce ácido láctico y disminuye la formación de ATP. Ciertas sales minerales pueden prevenir y reparar los daños ocasionados al organismo por el ácido láctico: la presencia de este ácido requiere minerales alcalinos, esenciales para la salud, que son utilizados para tamponarlo y eliminarlo. Estos minerales, como el magnesio, juegan un papel vital en el organismo y su déficit se asocia con la sintomatología de la FM y el SFC. La medida en que la pared intestinal deja pasar material hacia el flujo sanguíneo puede determinarse con moléculas de azúcar de tamaño diverso que no se digieren (mediante un test en el que el paciente ingiere una solución de lactulosa y manitol). De esa forma los científicos han podido demostrar que la permeabilidad del intestino varía en una serie de circunstancias. Si el intestino es más permeable, moléculas grandes que por lo normal se excluyen atravesarán su pared, y algunas quizá serán tóxicas, o inducirán una reacción en el organismo en forma de respuesta inmunitaria. Es posible que el efecto esté localizado, pero en ciertos casos habrá una reacción tóxica o alérgica general. Independientemente de donde ocurra la respuesta inmunitaria, el cuerpo empezará a reconocer las moléculas invasoras como extrañas y hostiles e intentará destruirlas. Así, un componente de la comida perfectamente inofensivo puede convertirse en el blanco que debe ser eliminado. El resultado quizá sea una respuesta inflamatoria local que dañará aún más el intestino y lo hará todavía más permeable. Los linfocitos, la piedra angular del mecanismo de defensa del cuerpo, se agrupan en cantidades masivas justo bajo la superficie de la pared del intestino y crean cúmulos llamados placas de Peyer. Los linfocitos se activan para atacar a un invasor externo, en potencia hostil, cuando aprenden a reconocer parte de su estructura molecular, y pueden recordar esa información y almacenarla por si hay nuevas invasiones en el futuro. Pueden también pasar la información a otros linfocitos, y de esa forma el cuerpo construye un sistema de defensa contra los materiales tóxicos y microorganismos que lo invaden. Estos grupos activados de linfocitos fabrican entonces anticuerpos específicos que actuarán como fuerza defensora local. Las partículas minúsculas de comida que pasen por la pared intestinal antes de haber sido digeridas completamente, podrán también ser atacadas y recordadas por los linfocitos, y atacadas de nuevo en el futuro si volvieran a romper la barrera de la pared intestinal. Según Strobel, del Great Ormond Street Hospital de Niños, en Londres, los linfocitos están programados bien para tolerar, bien para reaccionar, y cree que esto es, al pie de la letra, vital. La barrera de la pared intestinal es el factor crítico, no sólo para decidir qué alimentos no serán tolerados, sino también, durante el desarrollo en la infancia, para capacitar al organismo a decidir qué material extraño absorberá y usará para nutrirse. P. D’Eufemia, del Instituto de Pediatría de la Universidad de Roma, ha estudiado a los niños autistas y ha observado que su intestino es más permeable a las moléculas grandes. Es posible que los péptidos, que son cadenas de aminoácidos, como las proteínas pero mucho más cortas, sean un factor que influya en esa dolencia. Una mayor permeabilidad a esas moléculas lleva también a que se modifiquen los mecanismos de transporte a través de la barrera y al agotamiento de los minerales, las vitaminas y los elementos presentes en cantidades de traza, y así se agrava el cuadro. Normalmente los intestinos son barreras selectivas que impiden a los compuestos tóxicos entrar en el torrente sanguíneo, admitiendo sólo las partículas de alimento digeridas. Sin embargo, cuando los intestinos se ven dañados por bacterias infecciosas, el exceso de alcohol, los fármacos u otros productos químicos ofensivos, se inflaman. Esta inflamación aumenta la permeabilidad de los intestinos, permitiendo que alérgenos y toxinas escapen a través de la mucosa intestinal. El sistema inmunológico reacciona ante las bacterias o partículas alimenticias que se vierten a la sangre, y el resultado pueden ser síntomas como fiebre, escalofríos y/o fatiga. Los intestinos poseen una vellosidad que ayuda a absorber losnutrientes, pero la sensibilidad a determinadas partículas de los alimentos puede destruir esta vellosidad, lo que conduce a una determinada forma de desnutrición. El sistema inmunológico trata de destruir esas partículas, atacando la propia mucosa intestinal. Gran parte de los pacientes que sufren FM tienen trastornos o patologías intestinales. Un artículo de Raj et al, en 1996, sobre el sistema neurológico intestinal (enteric nervous system ENS), concluye que los pacientes con FM sufren problemas intestinales, posiblemente por razones neuro-endocrinológicas. El ENS contiene tantas neuronas que ha sido denominado “el pequeño cerebro” (the little brain). Tres partes del aparato gastrointestinal son especialmente importantes por su gran número de neuronas pertenecientes al ENS: el último tercio del esófago, el duodeno y el colon (parte descendente). El hecho de que los pacientes que sufren FM se quejen de problemas localizados en estos tres lugares (acidez, dolor en la boca del estómago, síndrome de intestino irritable y estreñimiento) hace pensar que puede existir, asociado, un trastorno en el ENS. Las sustancias fisiológicas que desempeñan un papel fundamental en el funcionamiento gastrointestinal son la serotonina, como iniciadora de los movimientos peristálticos; la sustancia P y la acetilcolina, para la contracción del intestino detrás del bolo alimenticio; y el óxido nítrico (NO), el VIP (péptido intestinal vasoactivo) y el ATP, para la relajación del intestino delante del bolo, un proceso general que garantiza el transporte del bolo alimenticio hacia el ano. El trastorno del equilibrio entre estas sustancias puede producir un sinfín de síntomas (añadidos a los propiamente intestinales), como migraña, mareos, depresión, angustia y dolores generalizados. El equilibrio fisiológico entre ellas se consigue manteniendo la flora intestinal en óptimo estado, situación que depende, a su vez, de una alimentación sana, rica en frutas y verduras, y pobre en alimentos refinados como azúcar, harinas blancas y grasas industriales, etc. Alérgenos como la leche o las toxinas químicas, además del estrés, la falta de ejercicio físico, ciertos medicamentos (como antibióticos) y determinadas carencias nutritivas, son los posibles causantes del trastorno gastrointestinal en la flora intestinal y en el ENS. El ENS es sensible a las influencias psicoemocionales, psicosociales y a los factores estresantes que las acompañan bioquímicamente, como el aumento de óxido nítrico. El nerviosismo, el miedo y la impotencia pueden producir tanto estreñimiento como diarrea. En otras palabras: el comportamiento psicosocial influye en la conducta gastrointestinal, y viceversa. El NO, producido desde el aminoácido arginina, es un importante inmuno-neuromensajero en el ENS y en el SNC. Un exceso de NO, que además es un potente oxidante, puede producir inflamaciones intestinales, e incluso pequeñas perforaciones, daño que se observa frecuentemente en pacientes con FM. Los moderadores de NO, la superoxidismutasa y el glutatión peroxidasa, son generados por diferentes colonias bacterianas en una flora intestinal fisiológicamente sana. En diferentes estudios se comprueba que la suplementación de glutatión peroxidasa en pacientes con FM, produce la mejoría significativa de los síntomas intestinales, la depresión, los dolores y la fatiga (Goldenberg 1999). El posible daño intestinal por un aumento de sutancia P y NO en pacientes con FM, debe considerarse en todos los casos de FM; la modulación del NO con alimentos ricos en enzimas antioxidantes (superóxido dismutasa y glutatión peroxidasa), como los brotes de semillas de soja, y con un suplemento nutritivo que contenga estas enzimas, se hace imprescindible para obtener un resultado positivo en el tratamiento integral. | |
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