El lutier indignado. La enfermedad de un hijo se ha cruzado en su sueño de dedicarse a construir violines.
Josep Carbonell: «Trabajo 350 horas en una cosa que pesa 400 gramos»
Miércoles, 24 de agosto del 2011
Gemma Tramullas
Periodista
Un retrato de Vivaldi, cegado por el chorro de luz que atraviesa el balcón, preside el taller que Josep ha montado en su casa del Eixample. Entre tablones de madera traída de Cremona (la cuna de Antonio Stradivari en Italia) y botes de productos para tratar los tablones, apenas se percibe un ligero olor a disolvente.
-Esto que ve es el sueño de mi vida. Soy psicólogo clínico y en los últimos años he trabajado en temas de comunicación y formación de personal en una entidad financiera, pero el 1 de enero de este año me acogí a una oferta de prejubilación y ahora soy libre para poderme dedicar a lo que he deseado toda la vida.
Josep Carbonell, en su taller. ALBERT BERTRAN
-Suena idílico.-Pero ha pasado lo inimaginable. Todo lo que ve a su alrededor es tóxico para mi hijo. Él no puede vivir en esta casa si yo trabajo en el taller.
-¿Qué le ocurre?-Jordi tiene 26 años y en el 2002 enfermó de un mal socialmente incomprendido: encefalomielitis miálgica, también llamada síndrome de fatiga crónica (SFC). Actualmente está diagnosticado en grado severo de SFC, de fibromialgia y de sensibilidad química múltiple. Su sistema inmunológico está alterado, no tiene defensa frente a los tóxicos y no puede estudiar ni trabajar. Tiene una discapacidad del 80%.
-¿Por qué dice que es una enfermedad incomprendida?
-Estas personas no tienen mal aspecto, pueden caminar, no tienen los signos que suelen definir a una persona discapacitada, y eso crea problemas de credibilidad a su alrededor.
-¿Cómo se organizan en casa?-Podemos controlar muchas cosas, pero no todo. No usamos detergente para la ropa (lavamos con bicarbonato), ni geles (nos duchamos con jabones naturales), comemos biológico... Hemos hecho todos los cambios que estaban en nuestras manos, pero hemos llegado a un punto que implica renuncias importantísimas.
-¿Su taller es una de ellas?-Estamos en una encrucijada. Mi hijo sabe lo importante que es esto para mí. Lo sabe perfectamente, porque él mismo tiene un enorme talento musical, pero es terrible porque los instrumentos y los materiales de los estudios de grabación son tóxicos para él.
-Estas enfermedades se llevan la energía de toda la familia.
-Podría entregar mi vida a esta guerra, pero necesito dosificarme. Después de tres años dedicado a luchar casi exclusivamente para que la Administración reconozca la enfermedad de mi hijo, volví al taller y el mes pasado acabé un violín. Se lo presento: es un Josep Carbonell 2011.
-¿Y aquel otro? ¿Está acabado?-Ese es del 2006, es una copia de un Stradivari Lord Dunn-Raven, el violín de Anne-Sophie Mutter.
-Es una joya.
-Es como un hijo de madera. Cuando estás vaciando la tapa armónica y trabajas con gruesos de dos milímetros, la madera empieza a vibrar, como si tuviera vida. Trabajas 350 horas en una cosa que pesa 400 gramos y que es de una fragilidad increíble. Ahora mismo, construir estos instrumentos es para mí una forma de manifestarme como indignado.
-¿Usted también?-Vivimos en una sociedad tóxica y somos títeres que gastamos compulsivamente en cosas que no necesitamos. Construir instrumentos como estos, que llegaron a la perfección absoluta hace 350 o 400 años, que continuamos haciendo con la misma madera y el mismo diseño y que nos sobrevivirán a todos, es la antítesis de esta sociedad abocada al consumo y a la precariedad.
-¿Cómo despertó su interés por estos instrumentos?-Mi padre me apuntó al conservatorio para que estudiara violín y viola. Con 10 años yo ya sentía inquietud, no tanto por la interpretación, sino por saber qué había allí dentro. Pero vengo de una familia muy humilde y a los 15 años tuve que dejar la música para ponerme a trabajar.
-Pero su pasión sobrevivió.-Durante años investigué por mi cuenta, leí todo lo que se había publicado sobre lutería y, cuando ya no podía avanzar más por mi cuenta, mi mujer me puso en contacto con José Ángel Chacón, un grandísimo lutier de Málaga. Con él hice mi primer instrumento. Tenía 40 años.
-40 años para realizar un sueño.-Estoy convencido de que esto es lo que mejor puedo hacer en la vida, en el sentido de realización. Me apasiona, ha estado siempre conmigo, ha sido un sufrimiento conseguirlo, pero está aquí y forma parte de mí.
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