Morir por enfermedad
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El Correo Digital. 28/10/2006
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Unas 12.000 personas, de ellas 800 en Euskadi, mueren en España cada año a consecuencia de una enfermedad mental o algún mal derivado de la misma
CÉSAR COCA
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Morir por omisión. Como decisión consciente y asumida o como resultado de un abandono personal que propicia el ataque de otros males que terminan por causar la muerte. Casi 800 personas fallecen cada año en Euskadi a consecuencia de lo que los registros estadísticos denominan 'Trastornos mentales y del comportamiento', cifra que se eleva a 12.000 para el conjunto de España. No se trata sólo de suicidios, que apenas suman una cuarta parte de esa cantidad. Es cierto, como insisten los psiquiatras, que de las enfermedades mentales no se muere, pero sí de los efectos derivados de las mismas. El cantautor Hilario Camacho es tan sólo un ejemplo reciente de una persona famosa que abandonó este mundo antes de tiempo. Pero hay muchos y siguen en aumento. La Organización Mundial de la Salud ya ha advertido de que será el gran mal de la primera mitad de este siglo.
Los especialistas definen las enfermedades y los trastornos mentales como un conjunto de afecciones fruto de diversos factores de tipo biológico, psicológico y social que tienen una base física en el cerebro. Suelen causar graves discapacidades y generan un malestar significativo en quienes las padecen, que deriva en un deterioro manifiesto de su vida social y laboral, así como de otras muchas actividades personales.
Sin embargo, la depresión, la esquizofrenia, la ansiedad, el trastorno bipolar y otros males que se encuentran agrupados bajo ese epígrafe «pueden ser graves, pero el paciente no se muere de eso», explica Iñaki Eguíluz, psiquiatra del hospital de Cruces, en Vizcaya. Con todo, es un cuadro que de una u otra forma conduce a la muerte cada día a una media de 33 españoles; de ellos, dos vascos.
Y la tendencia es sin duda creciente. En 2004, el último año del que se tienen cifras oficiales, fueron casi 12.000 los españoles muertos que en las estadísticas del INE figuran con cargo a enfermedades y trastornos mentales. Un cuarto de siglo antes habían sido sólo 900. Esta tendencia, que es común a todo el mundo occidental, ha llevado a la Organización Mundial de la Salud a alertar sobre el futuro que espera a la humanidad a medio plazo: los 450 millones de personas que en todo el mundo padecen hoy algún tipo de trastorno mental, de la depresión al mal de Alzheimer, crecerán de forma notable.
Previsiblemente, además, lo harán siguiendo el patrón actual: por cada hombre que muere por un trastorno mental o los males que se asocian de forma oportunista al mismo, hay dos mujeres fallecidas por idénticas razones. Además, la franja de edad crítica está también perfectamente identificada: los adultos de edad inferior a 44 años son víctimas de la mayor parte de los casos.
Quienes padecen algunas enfermedades mentales son más propensos a contraer otros males: «La depresión puede reducir las defensas de manera que los afectados desarrollan cuadros infecciosos y terminan muriendo. Los esquizofrénicos no cuidan de sí mismos, dejan de tomar sus medicaciones y eso deteriora su estado general», explica Eguíluz. Morirán por una infección, una anemia o cualquier otra causa, pero la razón última, la raíz de todos los males, está en el trastorno mental.
Eguíluz piensa, no obstante, que en el mundo desarrollado el crecimiento de los casos diagnosticados de enfermedad mental no va a multiplicar de forma descontrolada los fallecimientos. «La esquizofrenia o la psicosis en general no están aumentando. La depresión en su manifestación más grave, tampoco». A su juicio, lo que sucede ahora es que se tolera en menor medida el malestar, la frustración, el sentirse bajo de tono vital. Por eso, muchas personas son tratadas de unos males que en la generación de sus padres o sus abuelos pasaron inadvertidos porque nadie o casi nadie acudía al médico por ello.
Enfermedades crónicas
Ésa es la explicación de que el 4,5% de los españoles tenga diagnosticada a día de hoy una depresión (el 2,5% de los varones y el 6,6% de las mujeres). Un porcentaje superior al de la osteoporosis y aproximadamente la mitad del de los afectados por un colesterol elevado, uno de los grandes problemas de salud de nuestro tiempo.
Se trata además de una serie de enfermedades que en muchos casos tienden a hacerse crónicas. Es el caso de la depresión, la más común de ellas, cuyos síntomas de tristeza, desinterés generalizado por todo lo que rodea a quien la sufre e incapacidad para obtener satisfacciones de la vida suele repetirse en episodios periódicos de distinta gravedad. La depresión no tiene por qué llevar a la muerte, como reiteran los psiquiatras, pero se sabe que no menos de un 80% de los suicidios se debe a episodios de trastorno mental, en general de tipo depresivo. Un dato a tener en cuenta dado que en España se suicidan por término medio diez personas diariamente. En Euskadi se produce uno cada dos días.
Sin llegar a tanto, otra de las manifestaciones de los trastornos mentales es la de las lesiones autoinfligidas menores. Un estudio de Farmaindustria asegura que el volumen de estas autolesiones crece de tal forma que en menos de dos décadas serán, junto a las enfermedades infecciosas, las principales causantes de bajas laborales. La consecuencia más habitual de las enfermedades mentales, con todo, es la incapacidad para llevar una vida normal. Diferentes estudios revelan que, entre las diez causas fundamentales de incapacidad laboral en Estados Unidos y otros países desarrollados, cuatro son enfermedades o trastornos mentales. Sólo una proporción reducida de esos pacientes llegará al extremo de matarse o dejarse morir. Pero ese porcentaje, alertan los especialistas, comienza a ser demasiado alto.
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Las estadísticas oficiales muestran una estabilización del número de suicidios frente a un significativo aumento de los fallecidos por los trastornos mentales y los males asociados. Desde hace una década, en España se quitan la vida cada año en torno a 3.500 personas, y en Euskadi unas 170. En la actualidad, los suicidas apenas son una cuarta parte de quienes fallecen por enfermedades mentales.
Parece, no obstante, que la cifra de suicidios puede ser superior a la que registra el Instituto Nacional de Estadística, o el Eustat en el caso del País Vasco. Hay personas que eligen morir sin dar apariencia clara de que lo han hecho de forma voluntaria, sugiere el psiquiatra Iñaki Eguíluz. ¿Cómo saber si el conductor de ese coche que en una recta se sale de la carretera y se estrella contra un árbol fue víctima de un despiste o tuvo la intención de morir de esa forma? O el montañero que desaparece durante una excursión...
Los casos que no presentan dudas y son registrados como tales derriban algunos tópicos: el más importante es el de la idea del suicidio romántico, al estilo de un Larra herido por el desamor y el fracaso.
Tercera edad
Aunque los grupos de edad con más suicidas en términos absolutos son los de 30 a 39 años y de 40 a 49 (que se corresponderían con esa etapa en la que los problemas de todo tipo, amorosos, profesionales, económicos, son percibidos con el mayor dramatismo), el porcentaje mayor, con diferencia, se da entre quienes superan los 70 años. Concretamente, en el País Vasco, siendo sólo el 14% de la población, concentran más de una cuarta parte de los suicidios. En cambio, los treintañeros son el 17% de la población y suman el 23% de los suicidios. En el caso español, el peso de los mayores de 70 años entre el total de los suicidas es aún mayor. Parece por tanto que la soledad, el abandono y la depresión consiguiente conducen en mayor medida a terminar con la vida propia que otra serie de factores más atractivos para ser tratados en la literatura y el cine.
Los datos demuestran también que, aunque las mujeres intentan suicidarse en mayor proporción que los varones, éstos son mucho más eficaces en su propósito. En general, por cada mujer que logra poner fin a su vida hay tres varones que lo consiguen. Así resulta también en el conjunto de España.
En el caso vasco, esa proporción se da de forma rigurosa en la suma de los tres territorios, pero al descender en la desagregación de datos se encuentran ya algunas variaciones que no son significativas por el escaso número de suicidios que se da en cada uno de ellos anualmente. O por lo menos, escaso número si nos atenemos sólo a las cifras que aparecen en las estadísticas oficiales. Pero siempre quedará la duda de si no habrán sido unos cuantos más quienes realmente han hecho mutis por el foro.
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Muchas familias cuidan de estos enfermos, y no les dejan pasar ni una sola toma de medicación. Además, hay quien la toma una vez al mes en forma de inyectable.
Por lo demás, es la primera vez que veo un dato así y me parece de interés. El periódico goza de toda mi credibilidad.
Interés también en el otro artículo del reportaje. Es valiente publicar sobre el tema. Es una lástima que hoy día sea valiente, todavía, hablar de ello, dada la magnitud del problema.
fuente: carne de psiquiatría