Asesino invisible
El parásito que causa la enfermedad de Chagas se aloja en la sangre y lentamente daña corazón, esófago o colon, con lo cual puede provocar la muerte. Algunas chinches la transmiten, pero también se adquiere por transfusión. Investigadores alertan sobre la falta de atención del gobierno
Chagas, un mal ignorado
En México 8 millones de personas estarían infectadas. Esta enfermedad se adquiere por el piquete de una chinche, por transfusión de sangre y por el contagio de madre a hijo
Cobertura: Unidad de Investigación
Chagas, un mal ignorado
THELMA GÓMEZ DURÁN
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] El Universal
Domingo 08 de febrero de 2009
Un piquete de chinche marcó la vida de Elena Ramírez. El insecto transmitió a esta mujer otomí un parásito que se alojó en su sangre y, lenta y silenciosamente, dañó su corazón hasta dejarlo casi inservible, algo insólito en una mujer de 41 años.
Elena padece Chagas, enfermedad que se ha expandido por nulas políticas públicas para controlarla.
El parásito puede entrar al organismo por piquete de chinche (el insecto pica y casi al mismo tiempo defeca. En sus heces están los parásitos que contaminan la sangre del humano. 80% de los contagios son por esta vía), también por transfusión de sangre o contagio de madre a hijo durante el embarazo.
Hoy, según el Centro Nacional de la Transfusión Sanguínea, 8 millones de mexicanos estarían infectados con Tripanosoma cruzi, parásito que provoca el Chagas. La cifra supera a la de los 200 mil que viven con VIH (según Onusida) y es semejante al número de diabéticos, que va de 6.5 a 10 millones (de acuerdo con la Fundación Mexicana de Diabetes).
Miles de portadores ignoran que llevan tal bomba de tiempo: entre 30% y 40% de ellos desarrollará la fase crónica de Chagas, durante la cual el parásito daña corazón, esófago o colon. Podrían transcurrir 20 años sin que noten que están enfermos; cuando se enteren, los daños serán severos e irreversibles ya.
Migración, un riesgo
En 1909, Carlos Chagas, médico brasileño, descubrió la enfermedad. Las chinches que la transmiten tienen delimitado su territorio desde México hasta el sur de Argentina y Chile; de ahí que su nombre científico sea Tripanosomiasis americana. En nuestro país los primeros enfermos se reportaron en 1940; desde entonces la Secretaría de Salud la ha ignorado.
Paz María Salazar, investigadora de la Facultad de Medicina de la UNAM y quien ha dedicado más de 40 años a su estudio, es testigo del desdén gubernamental hacia el Chagas, enfermedad que puede controlarse con campañas sanitarias que informen sobre el daño que causa la chinche. Además, si se detecta a tiempo, el parásito puede ser combatido con fármacos.
En 2000, la científica y otros de sus colegas hicieron una propuesta de control y vigilancia de Chagas en México, avalada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y recibida por la Secretaría de Salud, que la ignoró. Ella y otros especialistas sostienen que tal desinterés obedece a que “es una enfermedad de pobres”.
En una época de intensa migración global, sin embargo, el Chagas está traspasando la frontera de la pobreza. La OMS resalta que la migración modificó su características originales, “convirtiéndola en una infección urbana que puede transmitirse por transfusión de sangre”.
Bancos de sangre negligentes
Muchas personas infectadas que donan sangre podrían estar contribuyendo, sin saberlo, a su propagación, pues sólo 113 de los 558 bancos de sangre del país realizan la prueba al 64% de los donadores para descartar Chagas, de acuerdo con información del Centro Nacional de la Transfusión Sanguínea. Los que no la aplican, violan la Norma Oficial Mexicana “para la disposición de sangre humana y sus componentes con fines terapéuticos”. Ésta, data de 1993 e impone realizar la prueba en personas “con antecedentes de residir o proceder de zonas endémicas”, es decir donde pueden encontrarse chinches transmisoras. El asunto, muestran investigaciones recientes, es que estas chinches se desarrollan en casi todo el país.
Según datos del centro mencionado, sólo en seis estados los bancos de sangre realizan pruebas para detectar Chagas a 100% de sus donadores, mientras que los del IMSS hacen pruebas a todos sus donadores (desde octubre pasado). Julieta Rojo Medina, directora del Centro Nacional de la Transfusión Sanguínea, asegura que el costo de los reactivos, que va de seis a nueve dólares por muestra de sangre, es uno de los obstáculos para realizar la prueba.
Hace seis años la Secretaría de Salud trabaja en una nueva Norma Oficial que impondrá a los bancos de sangre realizar la prueba de Chagas en donadores y podría entrar en vigor a finales de 2009. “La preocupación de la transmisión de la enfermedad a través de la sangre es relativamente nueva, es algo en lo que se está trab ajando desde hace 12 años en bancos de sangre de otros países. Nosotros vamos atrasados porque se pensaba que aquí no era tan fuerte como en el Cono Sur”, acepta Rojo Medina.
México tampoco ha impulsado la investigación para conocer la magnitud de la transmisión por la picadura de chinche, algo apremiante, considera la investigadora Salazar. Si bien los países del Cono Sur sólo tienen una especie de chinche que causa Chagas, en el nuestro hay más de 30 especies, de las cuales al menos 13 transmiten el parásito al humano.
Donadores infectados
Desde 1978 científicos alertaron que en México el Chagas se transmitía por transfusión sanguínea. En 1989 la doctora Salazar reportó el primer caso: un conductor de autobús en Ruta 100, de 32 años. Este hombre había vivido siempre en el DF, de donde es originario; nunca había salido al campo. Llegó al Hospital Adolfo López Mateos (ISSSTE) con problemas cardiacos. Los médicos sospecharon que tenía Chagas y consultaron a esta investigadora de la UNAM. Encontraron que 14 años antes el paciente había recibido una transfusión en el Centro Médico Nacional, debido a una anemia. Hicieron análisis de sangre y el diagnóstico se confirmó: era el primer caso registrado en México de transmisión por transfusión sanguínea.
Hasta ahora es el único reportado, “pero no creo que sea el único que exista. No hay más porque no se ha hecho investigación sobre esto”, apunta Salazar.
Cada año dona sangre un millón y medio de personas en México. Estadísticas del Centro Nacional de la Transfusión Sanguínea muestran que en todos los estados se han encontrado casos de sangre contaminada con Chagas. Se calcula que entre 0.4% y 2.8% de los donadores están infectados con el parásito.
México, excluido de la acción mundial
En 2005, la OMS incorporó este mal en la clasificación de “enfermedades desatendidas” y dos años después creó la Red Mundial para la Eliminación de la Enfermedad de Chagas, donde México no aparece. EL UNIVERSAL solicitó entrevistas con representantes de la Organización Panamericana de la Salud para conocer la razón de esto, pero no se obtuvo respuesta.
Documentos de la OMS precisan que “el compromiso con la eliminación de la enfermedad... ha dejado de ser un problema regional y se ha convertido en un problema mundial”. Calculan que entre 16 y 18 millones de personas en el mundo están infectadas por el parásito, de las cuales mueren 50 mil al año.
El asunto es que nuestro país “no está jugando ningún papel; no hay presupuesto ni un programa para la enfermedad”, acepta Felipe Lozano Kasten, director del Instituto Regional de Investigación en Salud Pública de la Universidad de Guadalajara.
Hace 20 años, Lozano Kasten comenzó a estudiar la enfermedad en Jalisco, encontrando que el porcentaje de personas infectadas era de 2%. “Antes, cuando presentábamos un caso nos decían que estábamos locos... Hace 20 años encontrábamos de cinco a seis casos al año. Ahora detectamos de 300 a 350”.
“Muerte súbita”, en niños
El grupo de la doctora de la UNAM Paz María Salazar ha encontrado niños con trastornos cardiacos a causa de Chagas en estados como Querétaro, San Luis Potosí y Veracruz. Por ejemplo, en Tamazunchale (municipio potosino) se hicieron análisis a mil 200 estudiantes de primaria a bachillerato; 30 tenían el parásito y la mitad de ellos padecía ya problemas cardiacos.
Este estudio da una nueva dimensión al chagas: se pensaba que podían pasar entre 20 y 30 años para desarrollarlo, ahora resulta que hay menores de edad con daños cardiacos graves, dos años después de haber sido picados por la chinche. “Estamos viendo las consecuencias de no tener una campaña nacional contra el Chagas. Tenemos niños de seis años con alteraciones en su corazón. ¿Qué futuro le puede esperar a un niño con un problema así?”, se pregunta Salazar.
Varios de sus pacientes tienen entre seis y 16 años. Hace unos meses, a uno le prohibió jugar futbol porque “cualquier esfuerzo le puede causar muerte súbita”.
Médicos generales “no tienen idea”
Elena Ramírez, indígena otomí originaria del Valle del Mezquital (Hidalgo) y quien vive en una modesta casa de tabique, peregrinó durante cinco años en busca de diagnóstico y los seis médicos que la atendieron no lograron explicar el origen de sus dolores, su fatiga, sus arritmias. Todos los tratamientos fracasaron. Hasta que llegó al Instituto Nacional de Cardiología, donde supo que padecía Chagas.
Diagnosticarlo es una tarea difícil, acepta Pedro A. Reyes, director de Investigación del Instituto Nacional de Cardiología. “Los médicos generales no tienen idea de la enfermedad; si alguna vez la oyeron fue en la escuela y creen que en México no hay”.
Elena ignora en qué momento la picó el insecto, pero piensa que fue en su infancia, cuando pastoreaba borregos en Patria Nueva (Hidalgo), donde creció. Hace cinco meses le realizaron una cirugía a corazón abierto para colocarle una válvula que permitiera a su atrofiado corazón seguir latiendo.
Esta enfermedad ha confinado a su familia a la zozobra y a serias dificultades económicas. Su esposo abandonó el trabajo como albañil para “auxiliarla por si tiene un ataque”. Se mantienen con los 100 pesos diarios y las propinas que gana Elvira, su hija de 23 años, empleada en un restaurante. Al mes desembolsan mil 500 pesos en medicamentos. Ninguna de las siete medicinas que toma a diario es contra Chagas, la mayoría son para mantener su corazón funcionando.
Medicinas vitales, en la aduana
La falta de acceso a los medicamentos para eliminar el parásito de la sangre es otro penar. Sólo existen dos (Nifurtimox y Beznidazol) y ninguno puede adquirirse en la farmacia porque no se distribuyen en el ámbito comercial. El gobierno mexicano consiguió donaciones a través de la OMS, pero la última quedó varada en la aduana, aguardando trámites. Los pocos medicamentos disponibles fueron conseguidos por investigadores, como donación, en Argentina, Brasil o Paraguay.
Tras los análisis que un mes atrás le practicaron a Elena Ramírez, “los resultados mostraron que el parásito seguía en mi sangre y los médicos me dijeron que ahí va a estar, que no se me quitará”. Si Elena hubiera sido tratada a tiempo, hoy su corazón no sería una bomba de tiempo.