Misteriosa y extraordinaria aparición en Morcín....

Aquella mañana, mientras desayunaba un caldín de gallina y un pinchín de lomo en el "bar del hippy", repasé la cadena de acontecimientos que me habían llevado a pasar la noche en la "Casa Vieya" de Santulaya de Morcín.

Recordé cómo la madrugada anterior había despertado completamente desquiciado, frenético, sin poder respirar y con un terrible ardor en los pulmones. El picor en los ojos era muy intenso, también en la naríz, en la boca y en la garganta. Lo veía todo borroso, de un color verde amarillento, y una extraña sensación recorría mi piel.

Cogí un forro polar y salí corriendo de casa. El dolor en las piernas era insoportable, pero me ahogaba y necesitaba llegar a una zona donde pudiera respirar. Imposible. La nube tóxica abarcaba toda la ciudad, no tenía escapatoria. Tendría que resistir hasta la mañana para tomar un autobús y huir una vez más.

Volví a casa con gran dificultad y me puse un mono deshechable que protegería mi piel de productos químicos. Mi rostro quedaría cubierto con la joya de la familia, mi salvación: una máscara respiratoria de protección NBQ, diseñada para la guerra química, bacteriológica y radiactiva. Ahora sí, podría esperar sin problemas.

La noche en el hotel rural había sido inolvidable. Hacía siglos que no dormía ocho horas seguidas.... ¡y de un tirón! ¡Este sí que era un sueño reparador, jajaja!

¡Y tanto! Fue terminar el desayuno y ponerme a caminar. Asombrado comprobé que no me fatigaba y, por primera vez en años, no sentía dolor en las piernas. ¿Cómo era posible? ¿Qué ocurría? ¿Porqué había ido a Santulaya de Morcín y no a cualquier otra parte?

La respuesta era inevitable: respondía a la llamada del Monte Sagrado. Sí, el que los templarios llamaron La Magadalena y dejaron señalado con una Virgen Negra y una capilla octogonal. El mismo que atraía a los peregrinos y les obligaba a desviarse del Camino de Santiago para subir a su cima. El que los romanos llamaron Monsacro. El mismo que en tiempos ancestrales los druidas eligieron para sus ritos solares y funerarios. Allí donde se erigieron dos dólmenes y un túmulo. El Monte Sagrado repleto de energías positivas.

En una de sus fuentes, junto al tronco de un carbayu, un roble milenario tumbado por el rayo, invoqué el amparo de las xanas. Admiré las majestuosas cabañas de piedra y los hórreos de La Llorera y emprendí la subida entusiasmado.

Del camino sólo os diré que repuse fuerzas en el Sillón del Obispo, tallado en la roca, y descubrí en mis piernas músculos que ni sabía que existieran en el tramo final, antes de llegar a la primera capilla medieval desde la que se domina la familiar vaguada de la cumbre....

....¿O no tan familiar? ¡Cielos! ¿Qué es ésto? ¿También aquí? ¡¡¡¡Nooooooooooo!!!

No está en el mar, pero observa que se encuentra en la pequeña laguna que hay en la cima, hasta pusieron una valla alrededor para que no se acerque el ganado.... No sé, tal vez aparezcan sólo en lugares muy húmedos.