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 Los trastornos facticios en FIBROMIALGIA

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Marifé
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MensajeTema: Los trastornos facticios en FIBROMIALGIA   Los trastornos facticios en FIBROMIALGIA I_icon_minitimeLun Mayo 12, 2008 10:23 am

Los trastornos facticios

La palabra histeria ha sido borrada de la terminología psiquiátrica y en su lugar esta enfermedad se clasifica como: trastorno por somatización, enfermedad somatomorfa o trastorno con dolor (DSM-IV) (Merskey, 2000).

Como se comentaba más arriba, la somatización consiste en la aparición de síntomas que no tienen explicación médica, o mejor dicho, síntomas que no pueden ser explicados mediante investigaciones médicas físicas, ya que como dice Merskey no podemos olvidar que los psiquiatras también forman parte de la medicina.

Los pacientes con trastornos somatomorfos han modificado su cuadro clínico con el paso del tiempo. La descripción de la enfermedad se encuentra en los papiros egipcios del año 2000 antes de JC. La clínica de aquellos enfermos no tiene nada que ver con la que presentan las modernas somatizaciones. El género humano tiene la capacidad de desarrollar síntomas idénticos a los que presentan las enfermedades orgánicas de cada época. Durante siglos, las somatizaciones se referían como parestesias y déficits sensoriales; así, en el siglo XIX, se presentaban como síndromes motóricos deficitarios y en los últimos años como cuadros dolorosos de origen desconocido. De acuerdo con la teoría de Shorte, el cambio cíclico de estas manifestaciones se debe interpretar como producido por la evolución y la influencia cultural, pero sin olvidar que contienen el mismo significado, es decir, sirven para expresar el mismo fenómeno subyacente (Ehlers, 1999).

Es reseñable, aunque especulativo, que la FM elija como órgano "diana" el músculo y que, haciendo abstracción del fuerte dinamismo que ha adquirido en los últimos años, haya emergido con fuerza al mismo tiempo que comenzó a desaparecer del mapa mórbido la parálisis histérica, entidad que en tiempo de su mayor esplendor también fijó su blanco en el mismo órgano. Pero cuando esta forma de somatización fue susceptible de ser desmontada mediante un simple estudio electrofisiológico se desvaneció y es posible que reaparezca "vestida" con otro síntoma incapaz de ser objetivado, el dolor. Y es tan similar el resultado final, que en algunos casos, el trastorno funcional secundario al dolor llega a ser tan invalidante como lo fueron las antiguas parálisis de Charcot. En este sentido cabría decir que el enfermo y su "estatus" no han variado, aunque lo haya hecho la manifestación de su enfermedad. Este concepto no es nuevo y numerosos autores han barajado durante años esta posibilidad, tal como se describe en los siguientes párrafos.

La presencia de múltiples síntomas, las situaciones estresantes como factor desencadenante, el reforzamiento secundario y su presentación según un modelo común, sea cual sea el origen del cuadro, hacen sospechar la presencia del síndrome conversivo (Sullivan and Katon, 1993). La multiciplidad orgánica suele ser motivo de la intervención de distintos especialistas y la existencia de múltiples experiencias médicas o cirugías en sus antecedentes. Sobre este último aspecto, Mai (1995) incide en la necesidad del diagnóstico precoz del trastorno, para evitar la realización de investigaciones reiterativas en búsqueda de una enfermedad orgánica inexistente o la utilización de terapias agresivas que dejen secuelas. Más aún teniendo en cuenta que todas estas actitudes intervencionistas, tanto diagnósticas como terapéuticas, producen un reforzamiento del cuadro.

En una revisión realizada en 1986 sobre los trastornos psicológicos presentes en la FM (Goldenberg, 1986), el autor relata que esta enfermedad fue considerada como una manifestación de histeria durante la primera mitad del siglo XX; en la década de los años cincuenta y principios de los sesenta se inicia una modificación del pensamiento, confiriendo un perfil psicológico más estructurado a la fibrositis (término utilizado en esta época para describir la enfermedad), hasta adoptar el término de "reumatismo psicógeno" para denominar el cuadro. Estudios epidemiológicos de las décadas posteriores y la publicación de estudios controlados en los que se hace evidente la concurrencia de signos y síntomas estables y reproducibles, alejan definitivamente a este síndrome de los síntomas cambiantes y desestructurados típicos de la histeria (Goldenberg, 1989).

Sin embargo, los test efectuados en enfermos que cumplen criterios diagnósticos de FM muestran escalas altas de histeria y esto sirvió de apoyo para que algunos autores románticos y recalcitrantes se atrincheraran en su empeño de aplicar los criterios conversivos a la enfermedad (Payne et al., 1984). Posteriormente, muchos autores han demostrado que las conclusiones obtenidas mediante la aplicación de los test más utilizados en los pacientes con cuadros de dolor crónico, entre ellos el MMPI (Minnesota Multiphasic Personality Inventory), estaban plagados de artefactos en las escalas relacionadas con la percepción de salud y eran difíciles de interpretar (Ciccone et al., 1996).

De acuerdo con estos datos, numerosos autores coinciden en la necesidad de utilizar test con mayor especificidad para poder obtener resultados más concluyentes que los aportados por estas herramientas y afirman que con los sesgos en los datos que reportan estos test no es posible encuadrar esta entidad entre los síndromes conversivos
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