Anablue MODERADORA GLOBAL
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| Tema: *Sistema Nervioso*-Convulsiones febriles. Miér Abr 30, 2008 8:36 pm | |
| Qué esLas convulsiones febriles, son un tipo de convulsiones propias de la infancia, secundarias a la existencia de fiebre y en ausencia de una infección intracerebral o de la médula espinal, en un paciente con predisposición genética. Ocurren mayoritariamente durante el primer día de la fiebre y suelen aparecer con temperaturas iguales o superiores a 38,5º C.
Son más frecuentes en varones, entre los 6 meses y 5 años de edad, con una prevalencia aproximada de 3-5% en la población infantil. Suelen ser de carácter recurrente en el 30% de los casos en los siguientes dos años, aunque generalmente no suelen producirse mas de tres episodios en la vida del niño. Tienen cierta predisposición familiar, encontrando antecedentes familiares en un 30% de los casos.
Las convulsiones febriles no conllevan que el niño vaya a ser epiléptico; son en la mayoría de los casos un fenómeno transitorio dependiente de la edad, que no deja secuelas. Cómo se produce La mayoría de las convulsiones febriles se desencadenan por una elevación rápida de la temperatura corporal, generalmente superior a 38,5º-39° C. Ocurren normalmente dentro de las primeras 24 horas de la enfermedad y no necesariamente cuando la fiebre está en su punto más alto. Se supone que no es la rapidez de la elevación de la temperatura, ni el grado de la fiebre lo que parece desencadenar las convulsiones.
En la mayoría de los casos el origen de la fiebre no se encuentra en el sistema nervioso, sino suele ser consecuencia de una infección viral a nivel de las vías respiratorias superiores, o a una infección de los oídos. La meningitis es la causante de las convulsiones febriles en muy pocos casos (menos del 0,1%), pero siempre hay que tenerla en cuenta al evaluar el cuadro clínico del niño, debido a sus grandes secuelas y complicaciones. Esto se tendrá especialmente presente en niños menores de un año, o en aquellos que permanecen enfermos y confusos a pesar de haber pasado tiempo de la convulsión y haber cedido la fiebre.
Se conoce que cerca de una 30% de los niños que padecen convulsiones febriles, tienen antecedentes familiares de esta enfermedad, lo cual hace suponer que existe una carga genética que predispone al inicio de esta patología en el niño. Sintomatología Habitualmente son muy breves, inofensivas, y se les llama simples, porque no hay evidencia de que “dichas convulsiones” causen la muerte, lesiones cerebrales, epilepsia, incapacidad mental, o problemas de aprendizaje.
Durante las convulsiones febriles los niños a menudo pierden la conciencia y el tono corporal, y comienzan a mover todo el cuerpo. Primero se produce un aumento del tono generalizado, pudiéndose poner el niño muy rígido, y posteriormente comenzará con movimientos de flexión y extensión, afectando también a todo el cuerpo. La mayoría de las convulsiones febriles simples duran un minuto o dos, aunque algunas pueden ser tan breves como algunos segundos y otras pueden durar hasta 15 minutos. Generalmente van seguidas de un período corto de somnolencia o confusión, y el niño puede haberse orinado o haber expulsado heces durante la producción de la misma o posteriormente.
En ocasiones son de larga duración, más de 15-20 minutos, constituyendo ya un estado epiléptico cuando sobrepasa los 20 minutos. También a veces solo afecta una sola parte del cuerpo (un brazo, pierna, el lado derecho, etc.), o deja datos de focalidad neurológica residual que tarda en recuperarse tras la crisis, características todas que hacen definir este tipo de crisis convulsivas febriles como complicadas, pues pueden dejar lesiones cerebrales permanentes, como secuelas definitivas de retraso mental, pérdida de fuerza o de tono muscular en alguna región del cuerpo, o epilepsia definitiva.
Por otra parte, además de la crisis convulsiva, el niño presentará síntomas relacionados con el proceso infeccioso de base, como tos, secreciones, sensación de falta de aire en los cuadros respiratorios infecciosos, o dolor de oído en las otitis, etc.
También puede presentar lesiones secundarias a la producción de la crisis convulsiva como: lesiones o heridas por caída, mordedura de lengua, etc. Diagnóstico El diagnóstico de convulsión febril se fundamenta en una buena anamnesis y una completa exploración física y neurológica del niño. La fiebre debe preceder al cuadro convulsivo, y normalmente existen antecedentes familiares que sugieren el diagnóstico.
En una convulsión febril típica, el examen generalmente no muestra anomalías diferentes a la enfermedad que ocasiona la fiebre, y no suelen realizarse más pruebas complementarias, que las derivadas de la búsqueda del proceso infeccioso (analítica, muestra de orina, radiografías, examen de heces, etc.). Sin embargo, la crisis debe ser típica y cumplir unos criterios médicos estrictos para decidir la no realización de los exámenes comentados posteriormente. Estos criterios son los siguientes:
• El niño hasta el momento de la convulsión ha seguido un desarrollo físico y neurológico normal.
• La convulsión ha sido del tipo simple, sin cumplir características que la definan como complicada (duración prolongada, más de 15 minutos, afectar a una sola parte del cuerpo, etc.).
• Solo ha sido una convulsión en 24 horas y el examen neurológico posterior ha sido totalmente normal.
En los casos dudosos, donde el diagnóstico de convulsión febril no quede totalmente claro y pueda no cumplirse los criterios anteriores, se debe practicar algunos de los exámenes complementarios siguientes, dirigidos según la sospecha clínica. Estos son:
• Punción lumbar: se utiliza sobre todo en los casos de sospecha de infección en el sistema nervioso central, sobre todo para descartar meningitis.
• Electroencefalograma: debe practicarse pasadas al menos una semana de la crisis convulsiva.
• TAC craneal. Tratamiento Los padres deben permanecer calmados durante el episodio de convulsión. No deben levantar al niño, ni impedir que convulsione, ni sujetar los movimientos, solo desplazándolo del lugar cuando exista riesgo de que se pueda provocar heridas por objetos cercanos, o por estar en lugares peligrosos. Dar los cuidados básicos durante el episodio convulsivo, como se comenta posteriormente, son las medidas fundamentales terapéuticas en esta enfermedad.
Para prevenir ahogos con el propio vomito del niño o con su saliva, se le intentará colocar de lado o sobre su estómago si es posible. No se introducirá nada en la boca, ya que corre el riesgo de que obstruya las vías respiratorias, y solo en el caso de que se detecte algo en la boca que esté causando o pueda causar asfixia, se introducirá cuidadosamente la mano en la boca para sacarlo. Se deben quitar los objetos cercanos que puedan hacerle daño y soltarle cualquier prenda de vestir que le quede ajustada, especialmente las que estén alrededor del cuello. Si es posible, se le debe abrir o sacar la ropa de la cintura para arriba.
Una vez finalizada la convulsión, el niño debe ser llevado a su médico para determinar el origen de la fiebre. Esto es especialmente urgente si el niño muestra síntomas compatibles con proceso meníngeo, como cuello rígido, letargo extremo o vómitos abundantes. Si la convulsión dura más de 10-15 minutos, también debe ser llevado de inmediato para que sea valorado por el médico más cercano, para valorar la necesidad de otro tratamiento.
Para bajar la fiebre se puede usar medicamentos tales como acetoaminofén o ibuprofeno por vía oral, siempre y cuando el niño tenga buen nivel de conciencia y no haya riesgo de atragantamientos. Cuando se pueda atragantar, se usará por vía rectal, no oral. También se le debe poner paños frescos en la frente y cuello, y pasarle una esponja por el cuerpo con agua tibia (no fría) para disminuir la temperatura.
Cuando la convulsión febril se prolonga en el tiempo u ocasiona estatus se tratan con diazepam, ya sea de forma rectal o intravenosa, y también en ocasiones con anticonvulsionantes.
La prevención a largo plazo de la repetición de nuevos episodios convulsivos se restringe todo lo posible, y se plantea en aquellos pacientes muy susceptibles de recurrencias, mediante el uso de diazepam en los procesos febriles, o mediante el uso crónico de anticonvulsionantes como ácido valproico o fenobarbital. Estos últimos tienen muchos efectos secundarios, lo que obliga a seleccionar estrictamente los pacientes a los que se prescribe este tipo de tratamiento preventivo a largo plazo.
Se acepta tratar de forma preventiva a los niños con:
• Exploración neurológica anormal transitoria o permanentemente.
• Aquellos con convulsiones complicadas, con convulsiones recurrentes, o los que la hayan presentado antes de los 12 meses de edad, etc.
• Pacientes con antecedentes de enfermedad neurológica o epilepsia en la familia. Medidas preventivas La forma de prevenir la aparición de esta enfermedad es evitar que la fiebre suba, ya sea mediante medicación comentada anteriormente, o con medidas físicas del tipo de baños con agua templada, abundante ingesta hídrica, etc. Otra forma de prevenir las convulsiones es mediante el uso de diazepam o anticonvulsionante, como ya se ha comentado anteriormente. | |
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