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 CUENTOS DE NAVIDAD

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SINDY
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MensajeTema: CUENTOS DE NAVIDAD   CUENTOS DE NAVIDAD I_icon_minitimeVie Dic 12, 2008 10:58 am

La niña de los fósforos


¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se venía encima. Era el día de Nochebuena. En medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos.

Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado: tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse a atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes que iban en direcciones opuestas.

La niña caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban rojos y azules del frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de fósforos y tenía en la mano una de ellas como muestra. Era muy mal día: ningún comprador se había presentado, y, por consiguiente, la niña no había ganado ni un céntimo. Tenía mucha hambre, mucho frío y muy mísero aspecto. ¡Pobre niña! Los copos de nieve se posaban en sus largos cabellos rubios, que le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. Veía bullir las luces a través de las ventanas; el olor de los asados se percibía por todas partes. Era el día de Nochebuena, y en esta festividad pensaba la infeliz niña.

Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con todos los fósforos y sin una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en su casa hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento soplaba allí con furia, aunque las mayores aberturas habían sido tapadas con paja y trapos viejos. Sus manecitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama clara y caliente como la de una velita cuando la rodeó con su mano. ¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latón reluciente. ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso! ¡Calentaba tan bien!

Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos para calentarlos también; más la llama se apagó: ya no le quedaba a la niña en la mano más que un pedacito de cerilla. Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se hizo tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una habitación en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí más que la pared impenetrable y fría.

Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse sentada cerca de un magnífico nacimiento: era más rico y mayor que todos los que había visto en aquellos días en el escaparate de los más ricos comercios. Mil luces ardían en los arbolillos; los pastores y zagalas parecían moverse y sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las dos manos, y el fósforo se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y comprendió entonces que no eran más que estrellas. Una de ellas pasó trazando una línea de fuego en el cielo.

-Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios".

Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante.

-¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague el fósforo, sé muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el hermoso nacimiento!

Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería conservar la ilusión de que veía a su abuelita, y los fósforos esparcieron una claridad vivísima. Nunca la abuela le había parecido tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo el brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía frío, ni se sentía hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios.

Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña entre las dos casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta de frío en la Nochebuena! El sol iluminó a aquel tierno ser sentado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una había ardido por completo.

-¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien.

Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos.

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MensajeTema: Re: CUENTOS DE NAVIDAD   CUENTOS DE NAVIDAD I_icon_minitimeVie Dic 12, 2008 11:01 am

Erase una vez un bonito pueblo en medio de un frondoso y colorido bosque habitado por unos alegres animales. Cada año, con la caída de las primeras nieves y la llegada de las estrellas de luz, se reunían en torno al Gran Árbol para preparar la Navidad y conocer una de las noticias más esperadas de la temporada.
Todas las actividades que realizaban en aquella Época tenían como objetivo la convivencia, el fomento de la amistad y la diversión. El concurso de cocina, organizado por la Señora Ardilla, hacía las delicias de los más comilones, pues los platos presentados eran degustados al finalizar la competición. Los más pequeños participaban en la tradicional Carrera de Hielo, que tenía lugar en el lago helado y acudían cada tarde a los ensayos de la Señorita Ciervo, que era la encargada del coro que alegraba con sus villancicos todos los rincones del bosque. Y, por supuesto, estaba lo mejor noche de todas: la Nochebuena, en la que se representaba una obra de teatro que tenía como tema central la amistad.

El Señor Búho, como director de la escuela de teatro, seleccionaba una pieza de entre todas las que enviaban los animales aspirantes a ser los elegidos para llenar de paz los corazones de los habitantes del bosque, pero ese año:
- Bienvenidos todos a la reunión preparatoria de la Navidad, dijo el Señor Búho posado en la rama más robusta del Gran Árbol. Este año, la elección de la obra ha estado muy reñida porque todas las propuestas eran de gran calidad, pero había que elegir un ganador. Así que sin más demora demos un aplauso al Sr. Conejo, autor de la obra ganadora Salvemos el bosque .
- Gracias, gracias, es un honor para mí, exclamaba Conejo entre aplausos.
- Bien, pues ya sabéis que mañana a las diez daremos comienzo a las pruebas de selección. Rogamos puntualidad a los interesados, concluyó el Sr. Búho.

Al día siguiente, a la hora convenida, comenzó la selección. Al ser un musical, las pruebas se centraron en las habilidades de canto y baile, pues eran requisitos imprescindibles. La obra contaba la trama de un guardabosque que debía salvar la flora de un malvado leñador, obsesionado con cortar un Árbol milenario y arrasar todo lo que se pusiera en su camino. En su lucha por preservar el entorno natural, el guardabosque contaba la inestimable ayuda de un girasol y de un lirio que ponían su astucia al servicio de la noble causa.
Tras varias horas, los papeles quedaron repartidos de la siguiente manera: el Sr. Oso haría de guardabosques, Castor sería el vil leñador, la Sra. Pata representaría al girasol, y la Sra. Lince, al lirio.
Al principio todo marchaba estupendamente, los actores estaban contentos con sus papeles y trabajaban duro para perfeccionar sus actuaciones, hasta que hizo su aparición el peor de los fantasmas: la envidia.
- Sr. Conejo, creo que Castor tendría que tener un poco más de protagonismo. El leñador está lleno de matices y podríamos crear unos espectaculares efectos especiales que dejarían al público boquiabierto, dijo el Sr. Búho en uno de los ensayos.
-Sí, puede que tengas razón y deba retocar el texto para darle más peso a Castor. Podemos hacer un juego de luces y sombras cada vez que aparezca y realzar su papel.

Ante estas palabras Castor se puso muy contento, pues estaba muy ilusionado con la obra, pero Oso no lo vio con los mismos ojos. Si a Castor le daban más protagonismo, eso significaba que él dejaría de ser el protagonista absoluto, y eso no le gustó nada.
El ensayo del día siguiente fue un caos. En lugar de avanzar, daban pasos hacia atrás. Oso no colaboraba y Castor, que se había dado cuenta de lo que estaba pasando, estuvo muy arisco. Por si fuera poco, el vestuario también había sido fuente de conflictos entre las chicas. La Sra. Pata consideraba que el vestido de la Sra. Lince era más llamativo y que debían haberlo echado a suertes.
La tensión en el escenario se podía cortar y desastre no se hizo esperar, y durante el ensayo de la escena final, que reunía a todos los actores en el escenario para interpretar el número final comenzaron a empujarse unos a otros con tal brío que parte del decorado se rompió.
- Orden, orden, pero bueno ¿qué pasa? preguntó Conejo encolerizado. Habéis echado a perder el trabajo de varios días y de todos los que han colaborado en la puesta en escena. Quedan sólo dos días para Nochebuena, pero si tuviéramos más tiempo os echaría a todos de la obra. Se acabó el ensayo por hoy.

Conejo estaba rabioso, no entendía nada. Pero ¿cómo podían pelearse por una cosa así?
Al día siguiente los habitantes se despertaron siendo testigos de un acontecimiento terrible: la nieve había desaparecido y las estrellas de luz se habían apagado. ¿Cómo era posible? Asustados, los animales se congregaron alrededor del Gran Árbol, en busca del sabio consejo del Sr. Búho.
- Queridos habitantes del bosque, el espíritu de la Navidad se ha ido, sentenció Búho.
- ¿Y cómo podemos hacer que vuelva? preguntó asustada la Sra. Ardilla.
- Nos vamos a quedar sin Navidad, se oyó decir a un lobezno.
- Hoy es un día muy triste. La envidia ha desatado unas reacciones negativas en cadena. La nieve se ha derretido, las estrellas han dejado de lucir y la obra de teatro peligra.

Oso estaba escuchando tras un arbusto y tenía miedo a salir porque sabía que era el desencadenante de la situación, pero había que ser valiente y afrontar las consecuencias de los propios actos, así que se decidió a salir.
- Lo siento mucho. Si hay algún culpable, ése soy yo. Me cegó la envidia. ¿Qué puedo hacer para enmendar mi error?
- No, no tienes por qué cargar con las culpas tú sólo, yo también he contribuido con mi mal comportamiento. Si sirve de algo yo también lo siento, se lamentó Castor.
- Si te hace ilusión, te cambio el vestido, me importa más tu amistad que un trozo de tela, exclamó la Sra. Lince dándole un abrazo a la Sra. Pata.
- Mirad, ¡está nevando! gritó con entusiasmo una voz.
- Sí y parece que en el cielo brillan de nuevo las estrellas. ¡El espíritu de la Navidad ha vuelto!, se oyó.

Ese año, la Navidad se vivió con mucha intensidad en el bosque, al fin y al cabo estuvieron a punto de perderla para siempre. Habían aprendido la lección y ahora sabían que la envidia cegaba y tenía unos efectos muy negativos que no se podían controlar. Así que para que no se les olvidara nunca construyeron una gran placa de madera que colgaron del Gran Árbol. En ella se podía leer la siguiente inscripción:
"El tesoro más valioso que posees es la amistad, cuídalo todos los días y crecerá"





"Recuerden que en esta navidad
hay personas que no tienen para celebrar..
Oremos juntos por ellos ..
en la oracion esta la fuerza"
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MensajeTema: Re: CUENTOS DE NAVIDAD   CUENTOS DE NAVIDAD I_icon_minitimeVie Dic 12, 2008 11:04 am

EL SOLDADITO DE PLOMO

Érase una vez un niño que tenía muchísimos juguetes. Los guardaba todos en su habitación y, durante el día, pasaba horas y horas felices jugando con ellos.

Uno de sus juegos preferidos era el de hacer la guerra con sus soldaditos de plomo. Los ponía enfrente unos de otros, y daba comienzo a la batalla. Cuando se los regalaron, se dio cuenta de que a uno de ellos le faltaba una pierna a causa de un defecto de fundición.

No obstante, mientras jugaba, colocaba siempre al soldado mutilado en primera línea, delante de todos, incitándole a ser el más aguerrido. Pero el niño no sabía que sus juguetes durante la noche cobraban vida y hablaban entre ellos, y a veces, al colocar ordenadamente a los soldados, metía por descuido el soldadito mutilado entre los otros juguetes.

Y así fue como un día el soldadito pudo conocer a una gentil bailarina, también de plomo. Entre los dos se estableció una corriente de simpatía y, poco a poco, casi sin darse cuenta, el soldadito se enamoró de ella. Las noches se sucedían deprisa, una tras otra, y el soldadito enamorado no encontraba nunca el momento oportuno para declararle su amor. Cuando el niño lo dejaba en medio de los otros soldados durante una batalla, anhelaba que la bailarina se diera cuenta de su valor por la noche; cuando ella le decía si había pasado miedo, él le respondía con vehemencia que no.

Pero las miradas insistentes y los suspiros del soldadito no pasaron inadvertidos por el diablejo que estaba encerrado en una caja de sorpresas. Cada vez que, por arte de magia, la caja se abría a medianoche, un dedo amonestante señalaba al pobre soldadito.

Finalmente, una noche, el diablo estalló.

-¡Eh, tú!, ¡Deja de mirar a la bailarina!

El pobre soldadito se ruborizó, pero la bailarina, muy gentil, lo consoló:

-No le hagas caso, es un envidioso. Yo estoy muy contenta de hablar contigo. Y lo dijo ruborizándose.

¡Pobres estatuillas de plomo, tan tímidas, que no se atrevían a confesarse su mutuo amor!

Pero un día fueron separados, cuando el niño colocó al soldadito en el alféizar de una ventana.

-¡Quédate aquí y vigila que no entre ningún enemigo, porque aunque seas cojo bien puedes hacer de centinela!-

El niño colocó luego a los demás soldaditos encima de una mesa para jugar.

Pasaban los días y el soldadito de plomo no era relevado de su puesto de guardia.

Una tarde estalló de improviso una tormenta, y un fuerte viento sacudió la ventana, golpeando la figurita de plomo que se precipitó en el vacío. Al caer desde el alféizar con la cabeza hacia abajo, la bayoneta del fusil se clavó en el suelo. El viento y la lluvia persistían. ¡Una borrasca de verdad! El agua, que caía a cántaros, pronto formó amplios charcos y pequeños riachuelos que se escapaban por las alcantarillas. Una nube de muchachos aguardaba a que la lluvia amainara, cobijados en la puerta de una escuela cercana. Cuando la lluvia cesó, se lanzaron corriendo en dirección a sus casas, evitando meter los pies en los charcos más grandes. Dos muchachos se refugiaron de las últimas gotas que se escurrían de los tejados, caminando muy pegados a las paredes de los edificios.

Fue así como vieron al soldadito de plomo clavado en la tierra, chorreando agua.

-¡Qué lástima que tenga una sola pierna! Si no, me lo hubiera llevado a casa -dijo uno.

-Cojámoslo igualmente, para algo servirá -dijo el otro, y se lo metió en un bolsillo.

Al otro lado de la calle descendía un riachuelo, el cual transportaba una barquita de papel que llegó hasta allí no se sabe cómo.

-¡Pongámoslo encima y parecerá marinero!- dijo el pequeño que lo había recogido.

Así fue como el soldadito de plomo se convirtió en un navegante. El agua vertiginosa del riachuelo era engullida por la alcantarilla que se tragó también a la barquita. En el canal subterráneo el nivel de las aguas turbias era alto.

Enormes ratas, cuyos dientes rechinaban, vieron como pasaba por delante de ellas el insólito marinero encima de la barquita zozobrante. ¡Pero hacía falta más que unas míseras ratas para asustarlo, a él que había afrontado tantos y tantos peligros en sus batallas!

La alcantarilla desembocaba en el río, y hasta él llegó la barquita que al final zozobró sin remedio empujada por remolinos turbulentos.

Después del naufragio, el soldadito de plomo creyó que su fin estaba próximo al hundirse en las profundidades del agua. Miles de pensamientos cruzaron entonces por su mente, pero sobre todo, había uno que le angustiaba más que ningún otro: era el de no volver a ver jamás a su bailarina...

De pronto, una boca inmensa se lo tragó para cambiar su destino. El soldadito se encontró en el oscuro estómago de un enorme pez, que se abalanzó vorazmente sobre él atraído por los brillantes colores de su uniforme.

Sin embargo, el pez no tuvo tiempo de indigestarse con tan pesada comida, ya que quedó prendido al poco rato en la red que un pescador había tendido en el río.

Poco después acabó agonizando en una cesta de la compra junto con otros peces tan desafortunados como él. Resulta que la cocinera de la casa en la cual había estado el soldadito, se acercó al mercado para comprar pescado.

-Este ejemplar parece apropiado para los invitados de esta noche -dijo la mujer contemplando el pescado expuesto encima de un mostrador.

El pez acabó en la cocina y, cuando la cocinera lo abrió para limpiarlo, se encontró sorprendida con el soldadito en sus manos.

-¡Pero si es uno de los soldaditos de...! -gritó, y fue en busca del niño para contarle dónde y cómo había encontrado a su soldadito de plomo al que le faltaba una pierna.

-¡Sí, es el mío! -exclamó jubiloso el niño al reconocer al soldadito mutilado que había perdido.

-¡Quién sabe cómo llegó hasta la barriga de este pez! ¡Pobrecito, cuantas aventuras habrá pasado desde que cayó de la ventana!- Y lo colocó en la repisa de la chimenea donde su hermanita había colocado a la bailarina.

Un milagro había reunido de nuevo a los dos enamorados. Felices de estar otra vez juntos, durante la noche se contaban lo que había sucedido desde su separación.

Pero el destino les reservaba otra malévola sorpresa: un vendaval levantó la cortina de la ventana y, golpeando a la bailarina, la hizo caer en el hogar.

El soldadito de plomo, asustado, vio como su compañera caía. Sabía que el fuego estaba encendido porque notaba su calor. Desesperado, se sentía impotente para salvarla.

¡Qué gran enemigo es el fuego que puede fundir a unas estatuillas de plomo como nosotros! Balanceándose con su única pierna, trató de mover el pedestal que lo sostenía. Tras ímprobos esfuerzos, por fin también cayó al fuego. Unidos esta vez por la desgracia, volvieron a estar cerca el uno del otro, tan cerca que el plomo de sus pequeñas peanas, lamido por las llamas, empezó a fundirse.

El plomo de la peana de uno se mezcló con el del otro, y el metal adquirió sorprendentemente la forma de corazón.

A punto estaban sus cuerpecitos de fundirse, cuando acertó a pasar por allí el niño. Al ver a las dos estatuillas entre las llamas, las empujó con el pie lejos del fuego.

Desde entonces, el soldadito y la bailarina estuvieron siempre juntos, tal y como el destino los había unido: sobre una sola peana en forma de corazón.

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MensajeTema: Re: CUENTOS DE NAVIDAD   CUENTOS DE NAVIDAD I_icon_minitimeVie Dic 12, 2008 11:05 am

SINDI ESTA NOCHE ME DUERMO CON TU CUENTO ..GRACIAS santa santa santa santa
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MensajeTema: Re: CUENTOS DE NAVIDAD   CUENTOS DE NAVIDAD I_icon_minitimeVie Dic 12, 2008 11:06 am


El niño que no creía en Papá Noel.
PARTE 1



Era todavía el veintitrés de diciembre cuando la bicicleta, cargada de juguetes, estaba ya esperando y el viejo Papá Noel se encontraba dispuesto a emprender el viaje.

-Su nombre es Ricardo -decía al ponerse los guantes- y no cree en Papá Noel.

El criado que sostenía la bicicleta lanzó una sonora carcajada, y el hombre de la luna, que estaba atisbando detrás de la montaña, sonreía francamente.

Papá Noel había abandonado sus renos; parecíale que debía seguir la marcha de los tiempos y los renos eran ya cosa fuera de moda; por su parte, éstos no velan con gusto que se les arrinconara, creyéndose dignos de ser tratados con mayor respeto y consideración. Después de haber servido bien y fielmente a un amo durante tantos centenares de años, era realmente poco agradable para los nobles animales el verse tratados de tal manera, y antojábaseles que no estaba del todo puesto en razón semejante proceder.



Sin embargo, nada podían hacer; lo cierto era que Papá Noel había comprado una bicicleta y que los renos iban a quedarse en casa.

-Tengo un plan, un plan magnífico –dijo Papá Noel al montar en la bicicleta.- No tardaré mucho en ponerlo en práctica.

Y se puso a correr por el camino. Franqueó montañas y dobló encrucijadas, diciendo mientras tanto para sí:

-Ricardo, tengo que hablar contigo. No puedo permitir que digas a otros niños que guarden golosinas y frutas para llenarse de ellas unos a otros las medias, porque en realidad no existe Papá Noel. Ricardo, querido amiguito, esto no puede ser.

Saltó de la bicicleta sin detener su carrera, se envolvió en su holgado manto, cargose el pesado saco sobre los hombros y trepó por la pared de una casa hasta la chimenea, tan fácilmente como vosotros hubierais subido por una escalera. Luego, descendiendo por el cañón de la misma, llegó al cuarto del infortunado Ricardo.

Este hallábase acostado en su caliente y bien mullido lecho, sumido en profundo sueño, y bien ajeno ala visita que iba a recibir en aquel instante.

-¿Cómo estás esta noche, amiguito? -exclamó Papá Noel, mientras el niño se incorporaba asustado.- Levántate y vístete en seguida, que vas a venir conmigo -dijo Papá Noel.- Esta noche llenarás tú las medias. Ea; ¡arriba, perezoso!
Y alargando una mano al niño, le ayudó a salir de la cama.

Ricardo no decía una palabra, pero se puso los vestidos, con precipitación, en la mitad del tiempo acostumbrado.

-Ahora, en marcha, aprisa -dijo el viejo caballero,- y quizás será mejor que cargues tú con el saco. Estoy seguro de que mis espaldas no dejarán de agradecértelo.

Y Papá Noel empujó a Ricardo chimenea arriba, llevándolo por encima de los tejados de las casas. Una vez, ocultándose tras una chimenea, se rió de él de muy buena gana, y otra tuvo que hacer como que se enfadaba, porque Ricardo se detuvo al ver lo estrechas y negras que eran algunas chimeneas.

-¿Empiezas a creer en Papá Noel? -preguntó el anciano caballero. Pero Ricardo no tenía aliento ni para mover la cabeza.

-Me parece que no lo haces muy bien -dijo, viendo que el muchacho llenaba una media de muñecas y muñecos. -Supongo sabes que ésta es la media de Gertrudis. Sin duda no conoces a la señora. Naturalmente, sonreirá cuando baje esto por las escaleras, pero también puede enfadarse.

Papá Noel se enfadaba de veras, pero el infeliz Ricardo no decía ni una palabra, poniendo en la media lo primero que encontraba a mano en el saco, sin saber nunca si a su propietario le gustaría o no el obsequio.


A la media de una doncella, fue a parar una muñeca japonesa y un feo muñeco negro; por una feliz casualidad, un niño pequeño recibió una trompeta y un tambor, y Ricardo llenó una media muy grande de muchacho con unos paquetes que luego Papá Noel dijo estaban llenos de paja y basura.

Por fin el saco quedó vacío y Ricardo se alegró de encontrarse otra vez por los tejados. Estaba cansado y molido.

Al llegar sobre el techo de su propia casa, Papá Noel lo metió de repente en el saco y bajó la chimenea con él.

-¿Crees ahora en Papá Noel? -preguntó.

El chico hizo una señal afirmativa y se metió en la cama, pero no hizo más que removerse inquieto hasta la hora de levantarse.

Almorzó muy aprisa, antes que bajaran su padre y su madre, y se dispuso a salir a la calle.

El día anterior lo había pasado ayudando a otros tres muchachos a construir un trineo y habían convenido en reunirse lo antes posible por la mañana para terminarlo.

Pero, al llegar a la puerta, se encontró con su hermanita Matilde, que le preguntó alegremente:

-¿Adónde vas tan de prisa?

Voy a ver a mis amigos, para poner en práctica una expedición que, desde ayer, tenemos proyectada.
-¿No quieres, pues, acompañarme a pasear esta mañana, como de costumbre? -dijo la niña.

-No, no me es posible -contestó Ricardo con tono resuelto.

-Está bien -replicó Matilde con acento de reproche; -en ese caso, yo tampoco te daré una buena noticia que te tenía preparada.

-¿Qué es ello? -interrogó Ricardito muy intrigado.

-Nada; si no te quedas, no lo sabrás, te lo aseguro.

-Pues bien -insistió Ricardito, parlamentando a medias, -si me lo dices, iré a ver amis amigos, porque lo tengo prometido, pero volveré en seguida a reunirme contigo.

-Está bien -replicó tenazmente la niña,- cuando vuelvas te lo diré.

Ricardo, lleno de despecho, partió para ver a sus amigos, y proseguir con ellos la construcción del trineo.

Hacía poco rato que estaba clavando clavos, cuando los otros tres aparecieron. Tenían el gran proyecto de coger el caballo del colono para que tirara del trineo, y Ricardo olvidó las penas de la noche aplicándose al trabajo.

Terminado el trineo, se apoderaron del caballo con poca dificultad y la partida marchó alegremente.

-¡Esta si que va a ser una verdadera expedición! -exclamó entusiasmado Ricardo.
-¡Magnífica! -dijeron a coro sus amigos.

-Bueno -intervino uno de ellos,- pero, a todo esto, aun no sabemos adónde hemos de dirigirnos.

-Poco importa adónde -replicó Ricardo, que era el más resuelto de todos. Cuando el caballo se canse, volveremos a casa.

-¡Eso es! -gritaron a coro los excursionistas, con el mayor regocijo. -Seguiremos hasta que no podamos ir más lejos.

Y la expedición continuó adelante, pero al dar la vuelta a una colina, vieron una figura humana a un lado del camino.

-Es el colono -dijo uno de los muchachos.

-Es un policía -exclamó otro.

-Quizás sea Papá Noel -añadió el tercero.

Ricardo lanzó un grito de horror, y envidió más que nunca a los niños que, creyendo en Papá Noel, van a visitar el árbol de Navidad, y para los cuales guarda todos sus regalos el anciano caballero.

El caballo echó a correr arrastrando consigo el trineo.

CONTINUA ....

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MensajeTema: Re: CUENTOS DE NAVIDAD   CUENTOS DE NAVIDAD I_icon_minitimeVie Dic 12, 2008 11:10 am

El niño que no creía en Papá Noel
CONCLUCION

Los chicos no se hicieron el menor daño y tres de ellos corrieron a dar caza al caballo; pero adelantándose Ricardo, le paró y lo condujo hacia casa.
Su hermana Matilde le encontró en la puerta, como había sucedido al partir.

-¿Por qué has tardado tanto? -preguntó.- Mamá te necesita. Ha llegado una tarjeta invitándonos a visitar el árbol de Navidad en las Torres. Esta es la noticia que te guardaba. El año pasado fue una agradable fiesta. ¡No te acuerdas, de que vino Papá Noel?

-Sí que me acuerdo -dijo el muchacho,- pero Papá Noel vino ayer noche.

-Vendrá también esta noche -dijo Matilde;- esta noche es Navidad.

Ricardo parecía intrigado.

-¿Fue acaso un sueño? -murmuró en voz baja.

-La otra noche -exclamó Matilde- tuve un hermoso sueño. Imaginé hallarme en el país de las hadas.

No me acuerdo de cómo llegué allí… me gustaría recordarlo porque así podría volver de nuevo… pero de una manera u otra, el caso es que llegué y vi a la reina de las hadas, cuyo retrato tengo en un libro que hojeo con frecuencia. La reina iba en su carroza tirada por cuatro hermosas mariposas, rodeada de gran número de damas y criados como es del caso, y en verdad que era muy amable y graciosa. Me quedé muy triste cuando desperté. ¡Pero tú no crees en hadas!..

Ricardo permaneció durante varios minutos muy ensimismado en sus pensamientos.

Matilde le contemplaba con aire admirado; su hermano no se parecía en nada al Ricardo de costumbre.

-¿Qué pasa? -dijo por fin.

Matilde empezaba a mostrarse impaciente. -¡Bueno! -dijo.- Si no tienes nada que decirme, me marcho.

-Oye, Matilde -exclamó Ricardo de repente,- tengo algo que contarte. Papá Noel ha venido la noche pasada y me ha hecho llenar muchas medias con cosas que no eran del caso porque no creía en él. ¿Crees que me hará también llenar nuestras medias esta noche? ¿Qué debo hacer?

-En mi mejor libro de hadas, se dice algo sobre eso -dijo Matilde.- Déjame que recuerde; se lo leí en alta voz a Priscila el otro día. Papá Noel sólo se presenta a los niños buenos y amables. Esto es lo que dice.

-Pues yo prefiero ser malo -repuso Ricardo. No quiero que venga a verme de nuevo.

Pero su madre gritó en aquel instante: -¡Matilde! -y Matilde echó a correr, dejándolo solo.

-Tal vez si me acercara a la chimenea y dijera: «Papá Noel, creo en ti» quedaría satisfecho -pensó el niño. Y se arrodilló en el hogar.

-¿Qué estás haciendo aquí y dónde has estado toda la mañana, Ricardo? -preguntole su madre.

Ricardo estuvo un momento pensando; luego le contó su salida en el trineo.

-Bien, no te reñiré por el paseo, si ningún daño ha sufrido el caballo viejo -dijo su madre.- Me alegro de lo que me cuentas; creía que algo te preocupaba.

Cerca de la puerta encontró a Matilde y a uno de los muchachos que habían salido con él en el trineo. Matilde llevaba en la mano un pajarito helado.

Momentos antes se estaban ambos paseando por la nieve, cuando Matilde, adelantándose rápidamente, recogió al pobre animalito, que estaba tendido frente a ellos. Era un pitirrojo y parecía estar ya frío y rígido.
-Jaime dice que está muerto, pero yo no lo creo -decía Matilde dirigiéndose a la casa.

-¿Has encerrado el caballo? -preguntó Ricardo.

-El caballo está bien sin que tenga que agradecértelo a ti -dijo Jaime, avanzando un paso.

-Siento haber contribuido a asustarle -repuso Ricardo corriendo hacia Matilde.

-Ten cuidado -díjole esta;- no vayas, con tu precipitación, a acabar de estropear al pobre animalito.

-Está tranquila -repuso el niño,- no le haré daño.

Ayudó a envolver el pajarito en un trozo de franela, pusiéronle en un cesto cerca del fuego, y antes de marcharse tuvieron el gusto de oírle piar.

Papá Noel quedó olvidado toda la tarde y Ricardo se divirtió mucho, pero cuando se iban a la cama, su madre le dijo:

-No te olvides de dejar colgadas tus medias.

Ricardo no las colgó sin antes haber dicho tres veces en el hueco de la chimenea:

-¡Papá Noel, ya creo en ti!

Papá noel en trineo

Al principio pensó que debía permanecer despierto, esperando a Papá Noel, para explicarle, cuando viniera, que debía haber habido alguna equivocación; así pues, permaneció quieto en la cama durante largo rato, procurando mantener los ojos muy abiertos y vigilando muy cuidadosamente la chimenea. Pero la cosa le era muy difícil, pues sus párpados se cerraban pesadamente, pareciéndole que nunca había sentido tanto sueño en su vida; hizo un supremo esfuerzo para mantenerse despierto; mas, casi al mismo instante, quedó profundamente dormido. Entonces tuvo un desagradable sueño; una familia humana sentada a la mesa iba a comer un pavo que aparecía en una fuente, mientras una familia de pavos se estaba comiendo un niño, tendido también en una fuente; pero no se asustó del todo, pues comprendía que era un sueño. Al despertar quiso ver enseguida sus medias; estaban llenas hasta los bordes, por lo que se hizo cargo de que Papá Noel había venido y le había perdonado. Desde aquel instante juró no decir nunca más: «Papá Noel, no creo en ti.»

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MensajeTema: Re: CUENTOS DE NAVIDAD   CUENTOS DE NAVIDAD I_icon_minitimeVie Dic 12, 2008 11:12 am

VERDADERO ESPIRITU DE NAVIDAD.
Un día, Alfredo, despertó en una víspera de Navidad, muy contento, pues una fecha muy importante estaba por llegar. Era el día del aniversario del Niño Jesús, y es lógico, el día en que Papá Noel vendría de visita como todos los años. Con sus siete añitos, esperaba ansiosamente el caer de la noche, para volver a dormir y espiar el calcetín que estaba en el frente de la puerta, pues no tenía árbol de Navidad. Se durmió muy tarde, para ver si conseguía atrapar a aquel "viejito", pero como el sueño era mayor que su voluntad, se durmió profundamente. La mañana de Navidad, observó que su calcetín no estaba allí, y que no había regalo alguno en toda su casa. Su padre desempleado, con los ojos llenos de lágrimas, observaba atentamente a su hijo, y esperaba tener coraje para hablarle, que su sueño no existía, y con mucho dolor en el corazón lo llama:
- ¡Alfredo, hijo mío, ven acá¡
- ¿Papá?
- ¿Qué ocurre hijo?
- Papá Noel se olvidó de mí...
Alfredo abraza a su padre y los dos se ponen a llorar. Alfredo dice:
- ¿El también se olvidó de ti papá?
- No hijo mío. El mejor presente que yo podría haber ganado en la vida esta en mis brazos, y quédate tranquilo pues yo sé que Papá Noél no se olvidó de ti.
- Pero todos lo otros niños vecinos están jugando con sus presentes... El se olvidó de nuestra casa.
- No se olvidó... El presente te está abrazando ahora y va a llevarte a uno de los mejores paseos de tu vida.
Y así fueron a un parque y Alfredo jugó con su padre durante el resto del día, volviendo al anochecer. Alfredo llegó a casa muy cansado pero fue a su cuarto y "escribió" una carta para Papá Noel:
"Querido Papá Noel, yo sé que es demasiado tarde para pedir alguna cosa, pero quiero agradecer el presente que me diste. Deseo que todas las Navidades que yo pase, hagas que mi padre olvide sus problemas y que él pueda distraerse conmigo, pasando una tarde maravillosa como la de hoy. Gracias por mi vida, pues descubrí que no es con juguetes con lo que somos felices, y sí con el verdadero sentimiento que está dentro de nosotros, que el señor despierta en las Navidades: Te da las gracias por todo: Alfredo." Y se fue a dormir. Entrando al cuarto para dar las buenas noches a su hijo, el padre de Alfredo vio la cartita y a partir de ese día, no dejó que sus problemas afectasen la felicidad de ellos y comenzó a hacer que todos los días fuesen Navidad para ambos.

Desconozco el autor.
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MensajeTema: Re: CUENTOS DE NAVIDAD   CUENTOS DE NAVIDAD I_icon_minitimeVie Dic 12, 2008 11:15 am

La Befana

La Befana es una figura del folclore de algunas partes de Italia. Su nombre deriva de la palabra epifanía, a cuya festividad religiosa está unida la figura de la Befana.

La leyenda sostiene que la Befana visita a los niños la noche anterior a la epifanía (6 de enero) para rellenar los calcetines, colgados a tal fin por los niños esa noche, si han sido buenos con caramelos y chocolatinas, en cambio si han sido malos los rellena de carbón (formado en realidad por dulces de color y forma parecida al carbón). A menudo la Befana es descrita como una anciana, que vuela sobre una escoba. A diferencia de una bruja suele estar sonriente y tiene una bolsa o un saco lleno de dulces, regalos, pero también de carbón.


Según el cuento popular, los Reyes Magos, de camino a Belén para llevar sus presentes al Niño Jesús, al no conseguir encontrar el camino correcto, pidieron ayuda a una anciana. A pesar de la insistencia de éstos para que les siguiese en su visita al pequeño, la mujer no salió de casa para acompañarlos.

Más tarde, al arrepentirse de no haber ido con ellos, y tras preparar un cesto con dulces, salió de casa y se puso a buscarlos, sin conseguirlo.

De esta forma se paró en cada casa que encontraba a lo largo del camino, dando chucherías a los niños que encontraba, con la esperanza de que alguno de ellos fuese el pequeño Jesús.

Desde entonces vagaría por el mundo haciendo regalos a todos los niños para hacerse perdonar.
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MensajeTema: Re: CUENTOS DE NAVIDAD   CUENTOS DE NAVIDAD I_icon_minitimeDom Dic 13, 2009 9:23 am

recordando besitos


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MensajeTema: Re: CUENTOS DE NAVIDAD   CUENTOS DE NAVIDAD I_icon_minitimeDom Dic 13, 2009 10:26 am

sindy escribió:
La niña de los fósforos


¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se venía encima. Era el día de Nochebuena. En medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos.

Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado: tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse a atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes que iban en direcciones opuestas.

La niña caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban rojos y azules del frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de fósforos y tenía en la mano una de ellas como muestra. Era muy mal día: ningún comprador se había presentado, y, por consiguiente, la niña no había ganado ni un céntimo. Tenía mucha hambre, mucho frío y muy mísero aspecto. ¡Pobre niña! Los copos de nieve se posaban en sus largos cabellos rubios, que le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. Veía bullir las luces a través de las ventanas; el olor de los asados se percibía por todas partes. Era el día de Nochebuena, y en esta festividad pensaba la infeliz niña.

Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con todos los fósforos y sin una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en su casa hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento soplaba allí con furia, aunque las mayores aberturas habían sido tapadas con paja y trapos viejos. Sus manecitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama clara y caliente como la de una velita cuando la rodeó con su mano. ¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latón reluciente. ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso! ¡Calentaba tan bien!

Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos para calentarlos también; más la llama se apagó: ya no le quedaba a la niña en la mano más que un pedacito de cerilla. Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se hizo tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una habitación en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí más que la pared impenetrable y fría.

Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse sentada cerca de un magnífico nacimiento: era más rico y mayor que todos los que había visto en aquellos días en el escaparate de los más ricos comercios. Mil luces ardían en los arbolillos; los pastores y zagalas parecían moverse y sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las dos manos, y el fósforo se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y comprendió entonces que no eran más que estrellas. Una de ellas pasó trazando una línea de fuego en el cielo.

-Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios".

Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante.

-¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague el fósforo, sé muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el hermoso nacimiento!

Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería conservar la ilusión de que veía a su abuelita, y los fósforos esparcieron una claridad vivísima. Nunca la abuela le había parecido tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo el brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía frío, ni se sentía hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios.

Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña entre las dos casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta de frío en la Nochebuena! El sol iluminó a aquel tierno ser sentado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una había ardido por completo.

-¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien.

Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos.

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MensajeTema: Re: CUENTOS DE NAVIDAD   CUENTOS DE NAVIDAD I_icon_minitimeDom Dic 13, 2009 10:27 am

sindy escribió:
La Befana

La Befana es una figura del folclore de algunas partes de Italia. Su nombre deriva de la palabra epifanía, a cuya festividad religiosa está unida la figura de la Befana.

La leyenda sostiene que la Befana visita a los niños la noche anterior a la epifanía (6 de enero) para rellenar los calcetines, colgados a tal fin por los niños esa noche, si han sido buenos con caramelos y chocolatinas, en cambio si han sido malos los rellena de carbón (formado en realidad por dulces de color y forma parecida al carbón). A menudo la Befana es descrita como una anciana, que vuela sobre una escoba. A diferencia de una bruja suele estar sonriente y tiene una bolsa o un saco lleno de dulces, regalos, pero también de carbón.


Según el cuento popular, los Reyes Magos, de camino a Belén para llevar sus presentes al Niño Jesús, al no conseguir encontrar el camino correcto, pidieron ayuda a una anciana. A pesar de la insistencia de éstos para que les siguiese en su visita al pequeño, la mujer no salió de casa para acompañarlos.

Más tarde, al arrepentirse de no haber ido con ellos, y tras preparar un cesto con dulces, salió de casa y se puso a buscarlos, sin conseguirlo.

De esta forma se paró en cada casa que encontraba a lo largo del camino, dando chucherías a los niños que encontraba, con la esperanza de que alguno de ellos fuese el pequeño Jesús.

Desde entonces vagaría por el mundo haciendo regalos a todos los niños para hacerse perdonar.
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MensajeTema: Re: CUENTOS DE NAVIDAD   CUENTOS DE NAVIDAD I_icon_minitimeDom Dic 13, 2009 10:27 am

sindy escribió:

VERDADERO ESPIRITU DE NAVIDAD.


Un día, Alfredo, despertó en una víspera de Navidad, muy contento, pues una fecha muy importante estaba por llegar. Era el día del aniversario del Niño Jesús, y es lógico, el día en que Papá Noel vendría de visita como todos los años. Con sus siete añitos, esperaba ansiosamente el caer de la noche, para volver a dormir y espiar el calcetín que estaba en el frente de la puerta, pues no tenía árbol de Navidad. Se durmió muy tarde, para ver si conseguía atrapar a aquel "viejito", pero como el sueño era mayor que su voluntad, se durmió profundamente. La mañana de Navidad, observó que su calcetín no estaba allí, y que no había regalo alguno en toda su casa. Su padre desempleado, con los ojos llenos de lágrimas, observaba atentamente a su hijo, y esperaba tener coraje para hablarle, que su sueño no existía, y con mucho dolor en el corazón lo llama:
- ¡Alfredo, hijo mío, ven acá¡
- ¿Papá?
- ¿Qué ocurre hijo?
- Papá Noel se olvidó de mí...
Alfredo abraza a su padre y los dos se ponen a llorar. Alfredo dice:
- ¿El también se olvidó de ti papá?
- No hijo mío. El mejor presente que yo podría haber ganado en la vida esta en mis brazos, y quédate tranquilo pues yo sé que Papá Noél no se olvidó de ti.
- Pero todos lo otros niños vecinos están jugando con sus presentes... El se olvidó de nuestra casa.
- No se olvidó... El presente te está abrazando ahora y va a llevarte a uno de los mejores paseos de tu vida.
Y así fueron a un parque y Alfredo jugó con su padre durante el resto del día, volviendo al anochecer. Alfredo llegó a casa muy cansado pero fue a su cuarto y "escribió" una carta para Papá Noel:
"Querido Papá Noel, yo sé que es demasiado tarde para pedir alguna cosa, pero quiero agradecer el presente que me diste. Deseo que todas las Navidades que yo pase, hagas que mi padre olvide sus problemas y que él pueda distraerse conmigo, pasando una tarde maravillosa como la de hoy. Gracias por mi vida, pues descubrí que no es con juguetes con lo que somos felices, y sí con el verdadero sentimiento que está dentro de nosotros, que el señor despierta en las Navidades: Te da las gracias por todo: Alfredo." Y se fue a dormir. Entrando al cuarto para dar las buenas noches a su hijo, el padre de Alfredo vio la cartita y a partir de ese día, no dejó que sus problemas afectasen la felicidad de ellos y comenzó a hacer que todos los días fuesen Navidad para ambos.

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MensajeTema: Re: CUENTOS DE NAVIDAD   CUENTOS DE NAVIDAD I_icon_minitimeDom Dic 13, 2009 10:44 am

Lola escribió:
sindy escribió:
La niña de los fósforos


¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se venía encima. Era el día de Nochebuena. En medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos.

Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado: tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse a atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes que iban en direcciones opuestas.

La niña caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban rojos y azules del frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de fósforos y tenía en la mano una de ellas como muestra. Era muy mal día: ningún comprador se había presentado, y, por consiguiente, la niña no había ganado ni un céntimo. Tenía mucha hambre, mucho frío y muy mísero aspecto. ¡Pobre niña! Los copos de nieve se posaban en sus largos cabellos rubios, que le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. Veía bullir las luces a través de las ventanas; el olor de los asados se percibía por todas partes. Era el día de Nochebuena, y en esta festividad pensaba la infeliz niña.

Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con todos los fósforos y sin una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en su casa hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento soplaba allí con furia, aunque las mayores aberturas habían sido tapadas con paja y trapos viejos. Sus manecitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama clara y caliente como la de una velita cuando la rodeó con su mano. ¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latón reluciente. ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso! ¡Calentaba tan bien!

Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos para calentarlos también; más la llama se apagó: ya no le quedaba a la niña en la mano más que un pedacito de cerilla. Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se hizo tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una habitación en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí más que la pared impenetrable y fría.

Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse sentada cerca de un magnífico nacimiento: era más rico y mayor que todos los que había visto en aquellos días en el escaparate de los más ricos comercios. Mil luces ardían en los arbolillos; los pastores y zagalas parecían moverse y sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las dos manos, y el fósforo se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y comprendió entonces que no eran más que estrellas. Una de ellas pasó trazando una línea de fuego en el cielo.

-Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios".

Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante.

-¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague el fósforo, sé muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el hermoso nacimiento!

Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería conservar la ilusión de que veía a su abuelita, y los fósforos esparcieron una claridad vivísima. Nunca la abuela le había parecido tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo el brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía frío, ni se sentía hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios.

Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña entre las dos casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta de frío en la Nochebuena! El sol iluminó a aquel tierno ser sentado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una había ardido por completo.

-¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien.

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MensajeTema: Re: CUENTOS DE NAVIDAD   CUENTOS DE NAVIDAD I_icon_minitimeDom Dic 13, 2009 10:44 am

Lola escribió:
sindy escribió:

VERDADERO ESPIRITU DE NAVIDAD.


Un día, Alfredo, despertó en una víspera de Navidad, muy contento, pues una fecha muy importante estaba por llegar. Era el día del aniversario del Niño Jesús, y es lógico, el día en que Papá Noel vendría de visita como todos los años. Con sus siete añitos, esperaba ansiosamente el caer de la noche, para volver a dormir y espiar el calcetín que estaba en el frente de la puerta, pues no tenía árbol de Navidad. Se durmió muy tarde, para ver si conseguía atrapar a aquel "viejito", pero como el sueño era mayor que su voluntad, se durmió profundamente. La mañana de Navidad, observó que su calcetín no estaba allí, y que no había regalo alguno en toda su casa. Su padre desempleado, con los ojos llenos de lágrimas, observaba atentamente a su hijo, y esperaba tener coraje para hablarle, que su sueño no existía, y con mucho dolor en el corazón lo llama:
- ¡Alfredo, hijo mío, ven acá¡
- ¿Papá?
- ¿Qué ocurre hijo?
- Papá Noel se olvidó de mí...
Alfredo abraza a su padre y los dos se ponen a llorar. Alfredo dice:
- ¿El también se olvidó de ti papá?
- No hijo mío. El mejor presente que yo podría haber ganado en la vida esta en mis brazos, y quédate tranquilo pues yo sé que Papá Noél no se olvidó de ti.
- Pero todos lo otros niños vecinos están jugando con sus presentes... El se olvidó de nuestra casa.
- No se olvidó... El presente te está abrazando ahora y va a llevarte a uno de los mejores paseos de tu vida.
Y así fueron a un parque y Alfredo jugó con su padre durante el resto del día, volviendo al anochecer. Alfredo llegó a casa muy cansado pero fue a su cuarto y "escribió" una carta para Papá Noel:
"Querido Papá Noel, yo sé que es demasiado tarde para pedir alguna cosa, pero quiero agradecer el presente que me diste. Deseo que todas las Navidades que yo pase, hagas que mi padre olvide sus problemas y que él pueda distraerse conmigo, pasando una tarde maravillosa como la de hoy. Gracias por mi vida, pues descubrí que no es con juguetes con lo que somos felices, y sí con el verdadero sentimiento que está dentro de nosotros, que el señor despierta en las Navidades: Te da las gracias por todo: Alfredo." Y se fue a dormir. Entrando al cuarto para dar las buenas noches a su hijo, el padre de Alfredo vio la cartita y a partir de ese día, no dejó que sus problemas afectasen la felicidad de ellos y comenzó a hacer que todos los días fuesen Navidad para ambos.

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MensajeTema: Re: CUENTOS DE NAVIDAD   CUENTOS DE NAVIDAD I_icon_minitimeLun Dic 14, 2009 2:22 am

son preciosos
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MensajeTema: Re: CUENTOS DE NAVIDAD   CUENTOS DE NAVIDAD I_icon_minitimeLun Dic 14, 2009 5:00 am

anusi escribió:
Lola escribió:
sindy escribió:

VERDADERO ESPIRITU DE NAVIDAD.


Un día, Alfredo, despertó en una víspera de Navidad, muy contento, pues una fecha muy importante estaba por llegar. Era el día del aniversario del Niño Jesús, y es lógico, el día en que Papá Noel vendría de visita como todos los años. Con sus siete añitos, esperaba ansiosamente el caer de la noche, para volver a dormir y espiar el calcetín que estaba en el frente de la puerta, pues no tenía árbol de Navidad. Se durmió muy tarde, para ver si conseguía atrapar a aquel "viejito", pero como el sueño era mayor que su voluntad, se durmió profundamente. La mañana de Navidad, observó que su calcetín no estaba allí, y que no había regalo alguno en toda su casa. Su padre desempleado, con los ojos llenos de lágrimas, observaba atentamente a su hijo, y esperaba tener coraje para hablarle, que su sueño no existía, y con mucho dolor en el corazón lo llama:
- ¡Alfredo, hijo mío, ven acá¡
- ¿Papá?
- ¿Qué ocurre hijo?
- Papá Noel se olvidó de mí...
Alfredo abraza a su padre y los dos se ponen a llorar. Alfredo dice:
- ¿El también se olvidó de ti papá?
- No hijo mío. El mejor presente que yo podría haber ganado en la vida esta en mis brazos, y quédate tranquilo pues yo sé que Papá Noél no se olvidó de ti.
- Pero todos lo otros niños vecinos están jugando con sus presentes... El se olvidó de nuestra casa.
- No se olvidó... El presente te está abrazando ahora y va a llevarte a uno de los mejores paseos de tu vida.
Y así fueron a un parque y Alfredo jugó con su padre durante el resto del día, volviendo al anochecer. Alfredo llegó a casa muy cansado pero fue a su cuarto y "escribió" una carta para Papá Noel:
"Querido Papá Noel, yo sé que es demasiado tarde para pedir alguna cosa, pero quiero agradecer el presente que me diste. Deseo que todas las Navidades que yo pase, hagas que mi padre olvide sus problemas y que él pueda distraerse conmigo, pasando una tarde maravillosa como la de hoy. Gracias por mi vida, pues descubrí que no es con juguetes con lo que somos felices, y sí con el verdadero sentimiento que está dentro de nosotros, que el señor despierta en las Navidades: Te da las gracias por todo: Alfredo." Y se fue a dormir. Entrando al cuarto para dar las buenas noches a su hijo, el padre de Alfredo vio la cartita y a partir de ese día, no dejó que sus problemas afectasen la felicidad de ellos y comenzó a hacer que todos los días fuesen Navidad para ambos.

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