Intoxicados antes de nacer
Persistentes, cancerígenos, disruptores endocrinos. Son sólo algunos de los efectos tóxicos de muchas de las sustancias presentes en los productos que nos rodean y con las que convivimos a diario sin saberlo. Están en cremas, geles, envases de plástico, productos de limpieza, tintes, permanentes... y las embarazadas y los niños lactantes son especialmente sensibles a su toxicidad
Muchos de los productos que utilizamos habitualmente contienen compuestos químicos tóxicos. Están presentes en cremas, tintes, geles, permanentes, productos de limpieza, envases de plástico, juguetes... En definitiva, un sinfín de productos que usamos sin saber que estas sustancias son bioacumulativas, cancerígenas, disruptoras endocrinas... De hecho, «cada día estamos expuestos a miles de ellos, aunque el grado de toxicidad es diverso y los efectos tóxicos se pueden referir a diferentes causas», explica Joan Grimalt, del Instituto de investigaciones Químicas y Ambientales de Barcelona, del CSIC.
En 2011 entró en vigor la prohibición de utilizar en la UE Bisfenol A (BPA) en los biberones por sus posibles efectos perjudiciales para la salud de los niños. El comisario de Salud de entonces, John Dalli, explicó que fue por la respuesta de su sistema inmunológico y el fomento de la aparición de tumores. Es decir, que hasta ese momento hemos estado expuestos a un químico potencialmente peligroso sin ser conscientes de ello. Y lo que es peor, denota que no hubo prevención. En definitiva, se puso un compuesto químico en un producto sin analizar previamente si era o no peligroso para la salud.
Y ésa es la realidad de muchas de «las 130.000 sustancias químicas que hay registradas en la UE», afirma Nicolás Olea, catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada. Y lo que es peor, «es difícil saber cuántas de ellas son altamente peligrosas para la salud. La legislación de la UE ha llegado a acuerdos con unas 30.000 sustancias, y la información sobre su peligro o riesgo para la salud no estará recopilado hasta 2018», precisa Lisette van Vliet, asesora de Políticas de Sustancias Tóxicas de Health & Environment Alliance.
Además, el Bisfenol A sigue presente en muchos productos. Un estudio publicado por la organización británica CHEM Trust alertaba de que la prohibición de utilizar BPA en los biberones no era suficiente. El BPA se sigue usando en muchos productos. Está presente en latas de alimentos y bebidas, ordenadores, y selladores dentales. «Esto significa que hay una amplia exposición constante a esta sustancia química en particular en los alimentos, y tal vez, también a través de la absorción por la piel y la inhalación de polvo». Gwynne Lyons, autor del informe y director de CHEM Trust, declaró, respecto a la prohibición de usar BPA en los biberones, que era es un paso muy positivo, pero no hacía nada para reducir la exposición de los fetos, que son especialmente vulnerables a los efectos de los productos químicos que interrumpen las hormonas.
Quizá esto explique por qué el cien por cien de las embarazadas en el tercer trimestre en España y el cien por cien de los niños de 4 años orinan todos los días Bisfenol A, además de otros 17 residuos tóxicos, tal y como denunció Olea en el Congreso Internacional de Riesgos para la Salud Pública y el Medio Ambiente organizado por la Fundación Vivo Sano, la Organización para la Defensa de la Salud, la Red Europea de Científicos por la Responsabilidad Social y Ambiental y la Agencia Europea de Medio Ambiente.
Pero no sólo orinaron BPA. «El cien por cien de las mujeres y de los niños orinaron ftalatos y parabenes, y un 99,1 por ciento mearon benzofenonas, y todos ellos, junto con los bisfenoles, son disruptores endocrinos que mimetizan o suplantan las hormonas sexuales», explica a este semanario el catedrático, que añade que «el embarazo, la lactancia y la pubertad son las etapas más sensibles a la toxicidad de los químicos».
Productos no aptos para madres
Varios son los culpables. «En la cosmética –prosigue– no hay ftalatos ni bisfenoles, sino filtros ultravioletas y conservantes en los que se utilizan parabenes que hacen que si en vacaciones te dejas un champú, al año siguiente está en perfecto estado. Gracias a esos parabenes se conservan, pero a cambio se expone al organismo a estas sustancias disruptoras endocrinas muy ligadas al incremento de casos de cáncer de mama». Pero lo más ilógico de todo, es que «en la cosmética barata se declara al consumidor cualitativamente la composición. En cambio, en la cara, de más de 40 euros, no tienen obligación de informar al consumidor de su composición. Sólo lo tienen que declarar a la UE, con la excusa de que podrían copiar su composición», denuncia Olea. Lo mejor, optar por productos que certifican que tienen 0% de ftalatos, 0% parabenes, 0% bisfenoles, como el producto de Sanex.
Respecto al «BPA, está presente en empastes dentales blancos y selladores para evitar las caries que les ponen a los niños, en ‘‘cristales’’ irrompibles que son plásticos realmente, coches, botellas de agua que hay en las oficinas de 25 litros... En definitiva, están presentes en muchos productos, ya que sólo en Europa se producen 1.120.000 toneladas de químicos», precisa Olea.
En cuanto «a los 35 tipos de ftalatos que hay –prosigue–, están en ablandadores de plásticos. De modo que hoy, la mayor exposición a los ftalatos se da en los hospitales, y después están presentes en los plásticos de la calle, ya que estas sustancias dan flexibilidad a los polímeros». Y es que los ftalatos se utilizan habitualmente como plastificantes en productos empleados en la construcción y mobiliario, envases alimentarios, juguetes, cremas, esmaltes de uña, fragancias y material médico como las bolsas de sangre.
Tóxicos para los niños
Si bien, «se ha prohibido su empleo en mordedores y tetinas», precisa Olea. «Pero el resto de productos para niños –continúa–, pueden llevar ftalatos. En los carritos de bebé, por ejemplo, no se informa al comprador de si llevan. Además, los bebés han sido contaminados a través de la placenta y también serán expuestos a estas sustancias químicas durante la lactancia si la madre lo está».
Los bisfenoles, los parabenes y los ftalatos son todos ellos disruptores endocrinos.Y ya se ha evidenciado la problemática de los ftalatos primero en roedores y después en niños. La investigadora Shanna Swan, de la Universidad de Rochester Medical School, sometió a roedores a una exposición de ftalatos, y cuál fue su sorpresa al detectar una disminución en la separación anogenital en los machos, cuando la forma de saber el sexo del roedor es porque en los machos esta distancia es mayor que en las hembras. Después, comparó los niveles de ftalatos en mujeres embarazadas con la salud de los varones que dieron a luz e indentificó cambios en el desarrollo de los genitales de los varones. «Swan detectó que la distancia anogenital en los niños había disminuido, eso no es una enfermedad, pero es indicativo de que está sucediendo algo», precisa Olea. «Nosotros estamos trabajando en una hipótesis sobre lo que puede suceder durante la exposición intrauterina, ya que la exposición a químicos del feto macho en los primeros 30 días de embarazo se relaciona con un incremento de posibilidades de sufrir cáncer de testículo y tener un semen de mala calidad. Esto explicaría que cada vez sea más difícil quedarse en estado, ya que ante la mala calidad de semen y bajo volumen de espermatozoides el tiempo para lograr el embarazo se haya alargado», añade Olea.
Acumulación y efecto cóctel
El problema con los compuestos químicos peligrosos es que, aunque muchos se eliminan a las 72 horas, otros continuarán en nuestro organismo durante mucho tiempo. «Hay exposiciones a concentraciones bajas, pero que duran siempre, toda la vida incluida la intrauterina», precisa Grimalt. Además no se suele estudiar la toxicidad de un efecto combinado de varios químicos. «En el reglamento Reach no se añadió el efecto combinado, que es la gran asignatura pendiente en UE y en EE UU», precisa el catedrático.
«Ni los bisfenoles ni los parabenes –prosigue– son acumulativos, en el caso de los ftalatos sí lo son ligeramente, el problema es que resultan seudopersistentes al recibir dosis diarias de ellos». En cambio, sí son acumulativos «los contaminantes orgánicos persistentes como las dioxinas y los PCB, de modo que su presencia en el cuerpo tiende a aumentar con la edad. Y es que el 95 por ciento de los contaminantes orgánicos persistentes en nuestro cuerpo provienen de la cadena alimentaria, como los PCB», explica el profesor Vyvyan Howard, del Centro de Biociencia Molecular de la Universidad de Ulster. Y el problema es que «no hay casi ningún estudio sobre sus efectos acumulativos», añade Van Vliet. En definitiva, vivimos rodeados de compuestos químicos desde antes de nacer, durante la lactancia y de adultos. Y todo ello sin ser conscientes de su potencial peligro.
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