La más terrible arma de destrucción masiva
24-03-2012
MATTEO GUAINAZZI En 2007-08 los precios de los principales alimentos alcanzaron niveles récord, elevando el número de las personas que en el mundo padecen desnutrición crónica a 115 millones. El Banco Mundial, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación (NU), la Organización para la Cooperación y de Desarrollo Económico coinciden en atribuir buena parte de la responsabilidad de esta crisis a los mercados financieros.
El arma de destrucción masiva en esta matanza mundial han sido los productos financieros derivados. Se trata de inversiones que, literalmente, ´apuestan´ sobre el precio futuro de un activo de referencia. Este activo puede ser una materia prima como arroz, maíz u otro cereal. Estas inversiones especulativas tienen dos efectos sobre el precio de los alimentos.
En primer lugar crean una gran volatilidad a corto plazo; los especuladores pueden mover millones de dólares en cuestión de segundos, y los precios de los ´activos de referencia´ los siguen. Esta volatilidad golpea a los más pobres: si los precios suben, no pueden comprar suficiente comida (un habitante del Sur Global gasta en promedio el 80% de sus ingresos en alimentos); cuando los precios bajan, los campesinos quiebran, ya que no tienen un colchón financiero que les permita superar la falta de liquidez.
Además, hay productos financieros que directamente apuestan a una subida de los precios a largo plazo. La misma rapidez de las transacciones financieras favorece el comportamiento gregario de los inversores (todo el mundo sigue las ´ondas alcistas´ sin pensar). Se estima, por ejemplo, que hoy entre el 30% y el 60% del precio del petróleo se debe a las ´apuestas´ del mercado financiero sobre el inicio de una próxima fase de desabastecimiento. Mientras que el porcentaje global de especuladores de alimentos ha aumentado del 12% al 65% entre 1996 y 2008, el precio de los alimentos se ha duplicado entre 1999 y 2011.
No debería sorprender a nadie que las grandes corporaciones financieras globales sigan cosechando ingresos fabulosos en plena crisis: Goldman Sachs ganó cinco billones (con ´b´) de dólares en 2009 a través de inversiones en productos derivados de materias primas; JP Morgan 1,2 billones, y Barclays Capital 340 millones en 2011.
Frente a todo esto, ATTAC pide la prohibición global de los productos derivados de materias primas, un impuesto global sobre las transacciones financieras y la gestión 100% pública de todos los servicios que garantizan derechos sociales.
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