Se busca terreno libre de tóxicos

Afectados por el síndrome de sensibilidad química múltiple buscan en Alicante "zonas blancas"

PINO ALBEROLA Francisca Gutiérrez vive prácticamente recluida en su casa. Para ella el día a día se ha convertido en una larga lista de productos con los que no puede tener ningún contacto. Colonias, cosméticos, plásticos... productos que forman parte de la rutina diaria de millones de personas, pero que en Francisca Gutiérrez pueden desencadenar una importante crisis de salud. Ella forma parte de las aproximadamente 20.000 personas que en la provincia de Alicante padecen el síndrome de sensibilidad química múltiple, según un estudio elaborado por el Hospital Clínic de Barcelona.
Un trastorno "que se asocia a otras patologías como la fibromialgia y la fatiga crónica y que afecta en mayor medida a las mujeres, debido principalmente a factores culturales, aunque también es un trastorno relacionado con los estrógenos", explica Gutiérrez, quien preside la asociación Asquifyde, que reúne a afectados de toda España y que tiene su sede en Alicante.
Una de las iniciativas en las que trabaja esta asociación es en la creación de una cooperativa "para buscar una "zona blanca" en la que vivir". E. G., afectada también por esta dolencia, explica que el objetivo de esta cooperativa "sería encontrar un terreno en Alicante donde pudiéramos construir viviendas ecológicas, que estuviera libre de pesticidas y donde pudiéramos cultivar nuestra propia comida, porque otro de nuestros problemas es que nunca sabes si lo que te venden como biológico realmente lo es". No se trata, explica Gutiérrez, "de volver a la era de las cavernas, no queremos que se nos trate como a extraterrestres. Sólo se trata de llevar una vida normal en un ambiente libre de aquellos productos que nos hacen daño".
El origen de este síndrome puede venir por dos vías, "bien por una exposición aguda a un químico o por el contacto prolongado a tóxicos que se encuentran en productos comunes como, por ejemplo, la pintura de las paredes o el barniz de los muebles". Con el paso de los años, añade Gutiérrez, "hay personas que no eliminan bien estos agentes tóxicos y se van acumulando en su organismo. Esta situación termina por provocar innumerables trastornos en el sistema inmunológico, endocrino o cardiovascular".
Para llevar una vida medianamente normal, en la casa de Francisca un purificador de carbono mantiene constantemente el aire limpio y cuando sale de su vivienda se ve obligada a utilizar máscaras especiales con filtros. Cosméticos y comida biológica, agua depurada y un giro de 180 grados a las rutinas diarias. "Antes de acercarse a mí, mi familia debe ducharse y cambiarse. La ropa la lavamos con bicarbonato y vinagre y en el jardín no utilizamos ningún tipo de pesticidas". El problema de esta dolencia "es que por mucho que tú te esfuerces, si tu vecino fumiga sus plantas o si el ayuntamiento asfalta la calle", puedes acabar en el hospital. En este sentido, la asociación que dirige Gutiérrez trabaja porque este síndrome tenga un reconocimiento. "Actualmente no está considerada una enfermedad, no se dan bajas y ni siquiera existe un protocolo para atendernos cuando tenemos una crisis. Incluso ir a Urgencias se convierte en un problema añadido, simplemente, porque entramos en contacto con facultativos y pacientes que usan colonias y otros productos que agravan nuestra crisis". En este sentido, el Ministerio de Sanidad "está elaborando un documento de consenso que supone el primer paso para que se nos reconozca".
Estos y otros problemas serán analizados en una jornadas que arrancan hoy en la Universidad de Alicante.