Un país atrapado en el dolor
Martes, 19 19UTC Octubre 19UTC 2010
El dolor puede afectar a cualquier parte del cuerpo. / anestesiaenmexico.org
Creo que fue Buda el que dijo que el dolor es inevitable, y el sufrimiento, opinaba, opcional. Pero eso era entonces, cuatrocientos y pico años antes de Cristo, cuando él y sus seguidores creían que casi todo podría arreglarse con paciencia y meditación. Hoy, sin embargo, el dolor y los sufrimientos que éste genera, son evitables en un alto porcentaje; existen fármacos para ello y, sencillamente, los especialistas coinciden en que éste, el dolor, puede controlarse ya.
Pero la realidad parece mostrar lo contrario; el dolor, más que nunca, está presente en la sociedad. “Cada día la gente sufre más dolor mientras no para de crecer la demanda de asistencia”, afirma José Manuel López Millán, Jefe del Servicio de Anestesiología y Reanimación y de la Unidad de estudio del tratamiento del dolor en el hospital Macarena de Sevilla. En España se estima que un 18% la población sufre algún tipo de dolor crónico, lo que significa que, más o menos, unos 9 millones de españoles padecen dolores cuyas causas no tienen cura de momento. Y a estos habría que añadirle, también, algunos millones más; todos esos que a lo largo de su vida pasan por distintas etapas en las que les atenaza el dolor. Todo esto, visto desde el punto de vista productivo, significa muchos miles de horas de trabajo perdidas; a las que debe sumarse el esfuerzo social que se hace para integrar a esa legión de personas que, estando en edad laboral, no pueden, sin embargo, desempeñar su profesión con normalidad.
En términos económicos, la Sociedad Española del Dolor (SED) cifra los costes del mismo en España entre un 2,2 y un 2,8% del PIB (entre 13.000 y 16.000 millones de €). Es decir, el dolor, en su conjunto, es una amenaza real, que consume demasiados recursos. Sin embargo, no parece que a los poderes públicos sanitarios le preocupe en exceso; no se les ve demasiado afectados por el hecho de que cada día haya más dolor en los hospitales ni por el tratamiento que se le da. Desde fuera no se percibe que el problema afecta a millones de personas, que crece sin cesar, incidiendo, además, muy directamente en el bienestar de la sociedad española, no ocupe en la agenda político-sanitaria un lugar más destacado.
Ante tal panorama, la primera constatación es que cada uno de los miniestados autonómicos, de este Reino de Taifa que es hoy España, va por libre. Y es lo primero que debería corregirse; lo primero que se echa en falta: una acción unitaria y coordinada entre todas las Autonomías y el Estado. “Sí, los profesionales necesitamos una política decidida y coherente, por parte del Ministerio de Sanidad, que ayude a combatir mejor el dolor. La verdad es que su abordaje es muy diferente según en qué Autonomía se trabaje”, señala López Millán. Por fortuna, ya hay, prácticamente, Unidades del Dolor en todos los Hospitales de gran tamaño y mediano de España, aunque son Madrid, Cataluña y Andalucía las comunidades autónomas que cuentan con un mayor número de Unidades del Dolor.
Pero esto no significa que el problema quede resuelto con la creación de estas Unidades. Pues, como explica Rafael Cobos, médico especialista en dolor, con tres décadas de experiencia a su espalda en la Unidad del Dolor del hospital Virgen del Rocío de Sevilla, “el dolor es, todavía hoy, insuficientemente tratado. Se requieren más profesionales dedicados a ello y una mayor coordinación entre los diferentes niveles asistenciales que procuren una atención integral más efectiva”. ¡Vaya!, he aquí dos claves que explican, de algún modo, lo que está ocurriendo: la escasa coordinación entre asistencia primaria y especializada y el deficiente tratamiento integral de las personas afectadas.
Las otras dos patas sobre las que se asienta este capítulo de la Salud, que tanto sufrimiento genera a diario (por otra parte evitable) son la formación de los profesionales y una política decidida de investigación. Sobre la formación hay coincidencia absoluta entre los especialistas en que faltan profesionales formados específicamente para el tratamiento del dolor. Y sobre la investigación es vox populi de que ahora “no es oportuno” pedir nada; los ríos de la investigación bajan demasiado revueltos como para que la Administración se preocupe en estos momentos, y en particular, de este problema.
Es cierto que el dolor, físico o psíquico, es complejo, y sus causas múltiples; cierto también que no todo el mundo percibe el dolor de igual forma, y que, por lo tanto, la subjetividad para manifestarlo y luego abordarlo son dos factores que inciden de una manera u otra, según quién los trate, a la hora de tener a ese dolor en cuenta. Es decir, como apunta López Millán, son muchos los médicos que se sienten completamente solos al enfrentarse a él. ¿Cómo elegir el camino a seguir? ¿Qué fármacos, dosis, periodicidad, debe el profesional prescribir? Cuando un médico se enfrenta al dolor de un paciente, comenta López Millán, muchas veces no sabe qué hacer, ni cómo, ni cuándo tratarlo, y sobre todo, asegura, hecha en falta pautas concretas y protocolos. A la Administración se le acusa, en estos casos, de no haber avanzado en la elaboración de esas normas básicas, mínimas, en coordinación con las Autonomías, que también éstas deciden, por ahora y en cuanto al dolor se refiere, siguiendo el dictado del libre albedrío a la hora de establecer pautas que unifiquen los tratamientos del dolor en sus hospitales. La opinión generalizada es que, en este tema, cada Comunidad Autónoma va por libre.
Hay métodos, como la acupuntura, que sus defensores afirman (y ponen sobre la mesa pruebas que lo demuestran) que son eficaces en el tratamiento de ciertos cuadros de dolor, como lumbalgia, reumatismos, dolores de tipo muscular, cefaleas o artrosis de rodilla. Pues bien, en algunos servicios sanitarios de Andalucía y Cataluña, por ejemplo, estas técnicas se están aplicando con éxito desde hace tiempo. En cambio en otras comunidades autónomas ni se lo plantean. Lo que choca no es si la acupuntura es eficaz o no, sino que no se decidan todos a una y de una vez a establecer los criterio a seguir respecto a ella. Y así, como en este ejemplo, podrían citarse otros o actuaciones de triste recuerdo —la más famosa la del hospital de Leganés, en su Unidad de Cuidados Paliativos—. Mientras algunas comunidades autónomas tienen perfectamente establecidos los protocolos para el tratamiento del dolor en la sedación o en los cuidados paliativos, en otras aún viven envueltos en dudas y sin saber qué hacer.
El mundo del dolor es complejo, no cabe duda, y requiere experiencia y cualificación profesional. Porque no todos los dolores son iguales ni deben tratarse de la misma manera. Están el dolor neuropático (respuesta anormal del organismo que impla cambios fisiológicos) y el psicogénico o psicológico, como las dos grandes divisiones que se hacen. Pero luego cada uno podría dividirse en dolores más específicos, algunos tan llamativos como “el dolor del miembro fantasma”, que es aquel que siente un enfermo al que le han amputado un brazo o una pierna, y que le sigue doliendo.
En cuanto al tratamiento, hoy la batería de fármacos es tan abundante y eficaz, y se conoce tanto del ser humano y de sus mecanismos de acción y reacción, que, en lo que al dolor se refiere, el abordaje correcto del mismo significa, simple y llanamente, que ningún paciente va a sufrir más dolor del imprescindible. Que esto sea así es deber y derecho de la Administración y el paciente. La Administración debe facilitar los recursos y herramientas necesarias para un tratamiento correcto del dolor y el paciente ha de cumplir a rajatabla las pautas terapéuticas prescritas, que no siempre ocurre. Existen estudios, por ejemplo, que afirman que un 73% de las personas que sufren dolor crónico no maneja de forma adecuada su dolor por diferentes razones, que van desde la confusión que se tiene sobre la terapia a seguir, pasando por el olvido de las tomas prescritas, a la más simple y habitual que es dejar de tomar los medicamentos cuando “a uno le viene en gana”.
Tras este breve recorrido por el dolor en España, no cabe más que concluir que aún falta mucho por hacer. Pero no nos engañemos, lo que se haga para mejorar de cara al futuro ha de ser cosa de todos. Si a los poderes públicos cabe exigírsele más dedicación y recursos, a la población en general, a las personas afectadas en particular, se les pide compromiso y disciplina; sobre todo, disciplina. Desde una óptica de prevención y Salud Pública, contraer hábitos de vida saludables es evitarse dolor en el futuro. La obesidad por ejemplo, o la falta de ejercicio, la dieta inadecuada, el alcohol o el tabaco son fieles aliados del dolor y malos compañeros de viaje. En cambio, el amor (la pasión del enamoramiento, más bien), según un estudio reciente que acaba de publicarse en la Universidad de Stanford, California, dirigido por el doctor Sean Mackey, es un poderoso analgésico que alivia notablemente el dolor e, incluso, lo evita en esos meses o años álgidos de enamoramiento.
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