FIBROAMIGOSUNIDOS COLECTIVO ON LINE FIBROMIALGIA,ENCEFALOMIELITIS MIALGICA, SQM, EHS
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Colectivo one line Fibromialgia, SFC/Encefalomielitis Mialgica, SQM, EHS... Grupo de apoyo y reivindicación. Si tienes estas patologías, quieres informarte, desahogarte, divertirte...¡Este es tu Sitio!
Cantidad de envíos : 395 Edad : 58 Localización : España Empleo /Ocios : Técnico laboratorio Fecha de inscripción : 24/05/2009
Tema: Remember to love your woman Dom Ene 24, 2010 6:38 am
Apenas entré en casa esta tarde, la señorita Binks me dijo: "Señor, todos las furias del infierno andan sueltas!" Naturalmente le pregunté a qué se refería y dijo: "Ya lo verá. " Y... lo vi. Luego, después de unos preliminares juegos de adivinanzas que nunca han sido mi fuerte, fui informado por mi hija de que tenía intención de contraer matrimonio y que pensaba hacerlo con un joven del que yo jamás había oído hablar, y que resultó ser un negro. Huelga decir que reaccioné lógicamente ante esa noticia del mismo modo que hubiera reaccionado cualquier padre, a no ser que su hija fuera negra también, claro está. En una palabra, me quedé aturdido y mientras aún no me había recobrado, fui informado por mi hija, una jovencita muy resuelta y muy parecida a su madre, de que la boda se celebraría a pesar de lo que su madre y yo pudiéramos opinar. Luego, de improviso, la cuestión tomó otro giro cuando usted entró en mi estudio y nos dijo a mi mujer y a mi que si no aprobábamos esa boda, no se celebraría.
- ¿Eso hiciste? Pero qué tontería.
Joey, puede que ésta sea la última ocasión en mi vida de decirte lo que tienes que hacer, y voy a decírtelo: Cállate.
Sigo, se nos concedió una sola tarde para reflexionar y exponer luego nuestro punto de vista sobre esta situación y, ¿qué ocurrió? Mi mujer, cosa típica en ella, decidió sencillamente ignorar todo ese aspecto práctico de la cuestión y se dejó llevar por una especie de romántico hechizo que, a mi modo de ver, le impedía razonar de una forma sensata y ponderada.
Y no digamos nada de su Reverencia, que empezó a entrometerse gratuitamente en el asunto, insultando mi inteligencia soltándome un trescientos tópicos, y hace cosa de media hora acabó subiendo a mi cuarto para desafiarme a un combate de boxeo. John, ¿a qué hora es su avión?
- A las 10. 45.
Bien. En cuanto al Sr. Prentice, desde luego un hombre muy razonable, dice que no tiene intención de ofenderme, pero me pregunta si he perdido el juicio. Y la Sra. Prentice dice que igual que su marido, sólo soy un trasto viejo y acabado que ya ni remotamente recuerda lo que es querer a una mujer como su hijo quiere a mi hija. Por extraño que parezca, esa es la primera acusación de entre las que hoy se me han hecho, que puedo rechazar de plano. Porque está usted equivocada, equivocada a más no poder. Admito que no había considerado eso, ni siquiera había pensado en ello, pero sé exactamente lo que él pueda sentir por ella. Y no hay nada, absolutamente nada de lo que su hijo sienta por mi hija que yo no haya sentido por Christina. Viejo, sí. Acabado, sin duda, pero puedo asegurarle que mis recuerdos siguen vivos, claros, intactos, indestructibles. Y seguirán vivos aunque llegue a los 110 años. En lo que John cometió un error, creo, fue en conceder tanta importancia a lo que mi mujer o yo pudiéramos opinar. Porque a fin de cuentas no tiene ninguna importancia lo que opinemos, lo único que cuenta son sus sentimientos y hasta qué punto se quieren el uno al otro. Aunque sea la mitad de lo que nosotros nos hemos querido, es suficiente. En cuanto a los problemas con que vais a enfrentaros, son poco menos que inimaginables, pero no tendréis problema conmigo y estoy convencido de que, cuando Christina, tu madre y yo logremos convencerle, tampoco tendréis problema con tu padre. Pero os consta, estoy seguro, a lo que os exponéis. Habrá un millón de personas aquí, en nuestro país, que se asombrarán, ofenderán y horrorizarán ante vuestra unión, y tendréis que afrontar tal vez durante el resto de vuestra vida, pero debéis ignorar a esos pobres diablos o compadecerles, porque son esclavos de sus prejuicios, fanatismos, ciegos odios y estúpidos miedos, y cuando llegue el caso debéis uniros el uno al otro estrechamente, desafiando a esos mentecatos. Cualquiera podría poner un montón de objeciones en contra de vuestro matrimonio pero la respuesta es tan sencilla, que no se atreverán a oponerlas. Sois dos seres maravillosos, que os habéis enamorado y que en definitiva tenéis un simple problema de pigmentación. En tales circunstancias no importa lo que diga cualquier bastardo contra la celebración de vuestra boda. Sólo habría una cosa peor, y sería que sabiendo como sois, sabiendo como pensáis y sabiendo cómo os queréis, no se celebrase. Bien, Tillie, ¿cuándo diablos nos darás de cenar?